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Los pilares defensivos del campeón

Tuzzio

Eduardo Tuzzio, Julián Velázquez, Leonel Galeano y Carlos Matheu fueron claves en el camino hacia el 16 título internacional del Rey de Copas. Cada uno aportó lo suyo, los cuatro dejaron el alma en cada cruce.

Sin dudas que el abanderado de la defensa fue Eduardo Tuzzio, quien a los 36 años demostró una profesionalidad envidiable y un espíritu que sólo tienen los grandes de verdad. Nunca se destacó por su velocidad, pero sí por su rapidez para anticiparse a la jugada. Fue el capitán y emblema. Fue ovacionado en cada partido y se quedó con un poquito más de gloria que todos los demás, cuando el destino le regaló el último penal… el final de la historia.

Bien le caería a Tuzzio ese fragmento de un conocido poema futbolístico: “Cómo vas a saber, amigo mío, lo que es el pánico si nunca te agarraron mal parado en una contra”. Y a este defensor le pasó en Colombia, en Ecuador, en Brasil y hasta en el Libertadores de América. Sin embargo, su estilo y experiencia lo dejaron salir siempre airoso, pese a que en alguna ocasión hubiese que ir a
buscar la pelota dentro del arco.

Otro que demostró temple y fue, junto a Tuzzio, artífice y protagonista de esta gran conquista, fue Julián Velázquez. El Avispa fue de menor a mayor y, por lo que se ve, su techo todavía no lo alcanzó. Goleador entre los defensores con dos tantos más que importantes.

En la altura de Colombia se fue de excursión al área rival con el convencimiento de quien va en busca de una proeza. Cruzó con lo último que le quedaba en los pulmones casi toda la cancha para empujar a la red con su cabeza el pase gol del Cuqui Silvera. El empate 2-2 permitió una revancha con ventaja deportiva y, a la postre, la clasificación a la semifinal.

Tras una descomunal serie ante la Liga de Quito y sus delanteros tan temidos (su sector fue infranqueable, jugó con una justeza superlativa) llegó a jugar la final por el sector izquierdo. Le costó afianzarse, más aún por tener delante a Mareque y al Pato, ofensivos por naturaleza. Sin embargo demostró toda su calidad y ferviente corazón para, incluso, tras una jugada de pizarrón
abrir el marcador y el camino para comenzar a sentirse campeón.

Otro que también se anotó entre los goleadores fue Leonel Galeano. Por momentos un poco confundido por jugar con línea de tres y por ese corazón que tiene que lo lleva a querer hacer todo en una misma jugada. Se nota que deja hasta la sangre en cada cruce. La final no la jugó para dejarle lugar a otro que supo remarla bien de abajo como Carlos Matheu. En Uruguay soportó las embestidas y se fue afianzando con el correr de la Copa.

Su gol fue el primero de la Copa. El que permitió creer y soñar con algo tan lejano que luego se hizo realidad. Su juego aéreo fue su mejor función dentro del equipo. Ganó en las dos áreas y ante Argentinos Juniors marcó la diferencia en lo que fue el primer partido internacional que ganó Garnero como DT de Independiente.

Por último, hay que nombrar al gran capitán. Verlo llegar en el micro, tan concentrado fue signo de su personalidad y de su tranquilidad. Sabía que de una u otra manera la Copa se quedaba en casa. Le costó contra el terrible Mouras pero siempre le hizo frente. Rebotó, chocó y, al final, le ganó. Su penal fue un regalo más a toda su lucha con una hinchada que primero le fue esquiva y
hoy le reconoce todo el sacrificio y la dedicación.

Todos ellos, los cuatro, fueron los ocupantes de esa línea de tres que trabajó el Turco. Tres de ellos son surgidos de las inferiores y Tuzzio es una de esas guías primordiales para cualquier juvenil. Han hecho emocionar con su entrega y, también, con sus goles. Los cuatro tienen una parte importante en esta historia, un lugar especial… son los pilares de fondo de este Gran Campeón.

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