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Mayo rojo

(COLUMNA DE OPINION) – Hubo que esperar que la soga corte la respiración por unos instantes, después de ese empate con San Lorenzo que dejó inmutables la historia y esa ávida esperanza de los hinchas para escaparle a la Promoción, para que Independiente, de la nada, convierta ese nudo en la garganta en una símil corbata a la altura del cuello, como ese individuo desinhibido, en toda fiesta a todo trapo, que la exhibe sueltan y canchera.

Mayo fue rojo, con un aluvión de triunfos para empezar a despedirse de un fantasma incómodo, febril, que amagó más de la cuenta y terminó conformándose con seguir como actor principal en otra vereda, de color celeste y blanco. Este mes fue infernal: 11 puntos de 15 posibles, un equipo que, ante la crítica, despabiló y terminó de entender que la historia, la rica y fulgurante historia del Club Atlético Independiente, no podía marcharse.

Los dichos de Antonio Mohamed, el de los “25 puntos” y “terminar entre los cinco primeros”, hoy toman un color rojo intenso y hacen olvidar el desteñido andar del equipo en la Copa Libertadores, la pronta eliminación y los riesgos, más que nunca, de estar tan cerca del descenso. Independiente merecía este sprint final, por la lucha constante de los jugadores y el cuerpo técnico, más allá de errores y malas actuaciones, de bajones y pocas luces a la hora de brincar el mejor show. Se luchó, se salió a flote y hoy una capa de aire puro se posa sobre el Libertadores de América (¿Cuándo lo va a terminar Comparada?).

El equipo mostró templanza y calentó el alma en los momentos más crudos. Jugando mal o bien, pero en mayo, cayó la ficha y se jugó como había que jugar estas batallas. Con Parra izando la bandera del aguante, la garra, los huevos y los goles (ahora también los evita y los arma), con Tuzzio como líder espiritual del equipo y con las apariciones mágicas de Patricio Rodríguez, más la levantada de Fredes (marchen mis disculpas a estos dos últimos), Independiente, como grande que es, salió airoso de una guerra que parecía perdida, o al menos, demasiado complicada.

Fue vital el gol de Galeano, para despertar de ese letargo de los últimos meses, donde había mermado rendimiento y psiquis de forma estrepitosa. El grito con el Turco emocionó y dejó algo en claro que, en las tormentas que se inventan día a día por el periodismo amarillo y putrefacto, puede haber soles que dinamiten las mentiras y muestren a la luz la unión en los peores momentos. Que el buzón se lo hagan comer a otro, pero no al hincha de Independiente.

Con tres finales por delante, Independiente no debe confiarse y menos relajarse. Estar a cinco puntos de Vélez, el líder, con nueve en juego, no debe desviarnos del camino, que es otro. Hay que solidificar las bases, armar un grupo fiel, comprometido y a la altura de lo que la historia del Rojo se merece. Parra no puede irse, Patricio Rodríguez, que explotó de una vez por todas, tampoco. Que los dirigentes, los mismos que se enojan con sus empleados (jugadores) porque les recriminan cobrar un sueldo pactado y firmado en forma de contrato, se hagan cargo, sean serios y honestos y entiendan que ellos también se juegan una final en junio. Que el mayo rojo, el de la revolución futbolística, estalle en cada rincón del club y sirva para darnos cuenta que este sufrimiento no puede ni debe volver a ocurrir. A pensar en grande, a soñar con la historia. Con el compromiso de todos, podemos hacer de Independiente otra vez INDEPENDIENTE.

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