Independiente jugó muy mal, pero logró llevarse un triunfo que lo mantiene ilusionado.
Otra vez, Independiente jugó mal. En Venezuela y ante La Guaira, un rival de poca monta, el Rojo solo pudo cumplir en el resultado, pero en el juego sigue dejando demasiado que desear.
De arranque, el Diablo trató de mantener la posesión. Con un intento de juego asociado, empezó a tantear al rival, y jugó a los pases intrascendentes constantes. Lo esperó demasiado, y consciente de las necesidades de la visita, los venezolanos se empezaron a animar. Lucas Romero, por su parte, fue un espectador de lujo.
La Guaira comenzó a cortar a Independiente en la mitad de la cancha, y llegaba de contrataque. Juan Insaurralde llegaba de último hombre y evitaba que los ataques del rival lleguen a mayores, pero el problema era del medio en adelante. Apenas Tomás Pozzo, con algunas intervenciones, marcaba el camino, y nada más.
El complemento, sin cambios, no fue muy distinto. Si el Rojo empezó a jugar más en el terreno del local, y comenzó a forzar a la defensa. Apenas avisó, de movida, con algún que otro tiro débil, hasta que llegó el minuto deseado. A los 22 minutos, Domingo Blanco recibió una falta en el borde del área, y ejecutó el tiro libre. Con un tiro suave pero bien colocado, venció la resistencia de Carlos Olses.
Luego, La Guaira tomó las riendas y sometió a Independiente, pero no pudo con su propia impericia. Incluso llegó a tener una chance debajo del arco, y el delantero le erró. Sobre el final, ante una pelota fácil de rechazar, uno de los defensores falló, y Leandro Fernández no falló en el mano a mano: La picó y puso el 2-0 definitivo.
El Rojo sigue en deuda con el juego, y un partido que debió haber goleado, lo ganó 2-0 por los errores del adversario. Pese al triunfo, se debe hacer una fuerte autocrítica, y mejorar para el partido que viene. El resultado, lo único positivo de un encuentro magro.
