Muchas veces los hinchas nos quejamos de la falta de compromiso, de amor por la camiseta, haciendo hincapié en la elección que hace la mayoría de los jugadores. La del dinero por encima de los sentimientos.
Esperamos una especie de súper héroe que deje atrás lo económico y sea feliz únicamente vistiendo la camiseta que tanto queremos, o imaginamos serlo nosotros mismos. Alguien que haya soñado de chico, no, ser millonario, sino amado por la parte roja de Avellaneda.
Tuvimos al Bocha, lo disfrutamos y no perdemos la fe en que vuelva a nacer otro. También muchísimos grandes jugadores, que van, vienen, besan el escudo, festejan goles, no lo hacen y piden perdón, provocan alegría, bronca, lagrimas, alientos, aplausos…
Todo esto, que a esta altura se preguntaran a qué viene, es nada más que para entrar en contexto de lo que estamos viviendo y quizás no nos demos cuenta.
Tenemos al frente del plantel a una gloria, el mejor arquero en la historia del club (esto dicho por mi padre y mi abuelo, yo lamentablemente no lo vi), uno de los tantos que forjó al Rey de Copas que tanto extrañamos. Un hombre mayor que piensa, habla, siente y por sobre todas las cosas actúa como uno de nosotros. Que una vez más acude en nuestra ayuda, dejando de lado algo muy anhelado por él, transformándose de nuevo en un papá diablo, que cada vez que lo escuchamos nos llena los corazones porque es sin ninguna duda de ahí, desde donde salen sus palabras.
A horas de comenzada esta nueva etapa, es nuestra obligación no olvidar nunca este momento.
Por eso, pase lo que pase, muchísimas gracias señor Santoro, gracias Pepé, gracias viejo.
Javier Brizuela para Infiernorojo.com