Independiente empató 1 a 1 con Unión en el Libertadores de América. Independiente sigue dejando pasar las oportunidades. Independiente sigue perdiendo puntos como local. Independiente sigue demostrando ser un equipo apático, sin rebeldía, sin ideas y, por momentos, sin actitud. Independiente se sigue alejando de los puestos de vanguardia, esos que decretan el ascenso.
El equipo de Omar De Felippe no jugó a nada ante Unión. No generó ataques en conjunto, abusó del pelotazo intrascendente para un solitario Menéndez y así le abrió la puerta a un Unión que lo complicó y en varios pasajes del partido se plantó mejor.
El arranque del encuentro mostró al local lleno de intenciones, con casi nula profundidad y con poca firmeza. Enfrente, el Tatengue preocupaba a partir de la contra. Es más, la primera fue del visitante y no terminó en gol gracias a una salvada clave del Ruso Rodríguez. La velocidad de los de Sava era contrarrestada con pelotas paradas y poco más.
Recién a los 21 un buen pase de Montenegro le cedió el gol a Cristian Menéndez, pero el Polaco fiel a su actualidad no pudo marcar. Islas lo atoró y la tiró al córner. Esto sacudió al Rojo que pareció encenderse. Comenzó a apretar más arriba y a llevar algo de peligro. En una de esas aproximaciones Trejo lo habilitó al nueve quien recibió una falta inocente del arquero rival. Penal a los 29 minutos.
El Rolfi se paró en la medialuna y cuando Ceballos dio la orden eligió el mismo costado que Islas. El uno se quedó con la gloria, pero se adelantó y el línea levantó la bandera. Así las cosas, se repitió el penal y esta vez el Diez no falló. Tomó carrera y no dudó: Le rompió el arco al hermano de Luis Alberto.
El festejo y la locura parecieron darle otro ánimo al equipo, pero duró poco. Independiente comenzaba a posicionarse mejor, pero como toda la tarde mantuvo la preocupación, sobre todo en el escurridizo Palacios.
Tuvo alguna chance para ampliar y poder terminar el primer tiempo más holgado, pero la falta de jerarquía de algunos, el mal partido de otros y la floja capacidad del equipo le impidió hacerse fuerte. En otras palabras, animarse a más. Se quedó.
Y, así lento como parecía estar se confirmó en el segundo tiempo. La siesta, más conocida como letargo que enferma, duró mucho. Ya en los primeros segundos Moreno reventó el travesaño y plantó una situación. Unión a todo ritmo y su rival, golpeado pese a estar ganando en su propia casa.
En esta realidad, se veía venir el empate del Tatengue. Independiente no reaccionaba, era lento y no tenía punch en los últimos metros. Unión creció. Palacios se avivó, se quedó con la pelota tras ganarle a Trejo, se sacó tres jugadores de encima, dejó mal parado a Julián Velázquez y envió un centro preciso a la cabeza de Alemán. Sí, el mismo que silenció en Libertadores de América cuando todavía el Tolo Gallego era el entrenador. Así el visitante llegó al empate a los 9 minutos del complemento.
Al Rojo le costó más de 20 minutos reaccionar. Ingresaron Adrián Fernández y Leonel Miranda, pero de poco sirvió. Independiente fue en búsqueda del triunfo con un poco de vergüenza, con casi ninguna idea y con una pisca de convicción. Lo cierto es que si bien pudo haberlo ganado, también lo pudo haber perdido. El empate pareció ser lo más justo para los dos.
El empate, sin dudas, es un golpe más a los hinchas de Independiente que ven como se dejó pasar otra chance de acercarse a los puestos de Ascenso. Sí, de Ascenso, ni siquiera a la punta. Una lágrima lo de este plantel mediocre que por momentos parece no tener un nivel acorde, ni siquiera para la B Nacional.
