No, seguro. Lo venís viviendo desde que Lunati dio por terminado ese sufrimiento que fue Vélez en el José Amalfitani. Quizás antes. Quizás unos diez minutos después, porque la tensión del encuentro en Liniers merecía un festejo distinto. Se quebraron muchas rachas, se volvió a ganar y a sentir que se puede. Mientras haya soldados para pelear y sangre para ofrecer habrá una guerra por ganar.
No será un día más y así lo vas a sentir este domingo cuando te levantés. Por ahí sea temprano a la mañana para vivir la previa con mucha ansiedad o bien cerca del mediodía para levantarse y salir volando al estadio para vivirlo casi sin aclimatarse. Como una de las estrategias que usan los equipos que van a la altura.
Porque es así. Nadie te quita esa sensación que el domingo vos también te jugás el partido. Repasemos juntos. Te fuiste el jueves o el viernes a la madrugada. Concentraste en esa fila de más de 6 cuadras y de lo único que hablaste con tus vecinos de baldosa más cercanos fue de grandes epopeyas, de momentos inolvidables, de este crudo presente y de la esperanza que te llevó a mirar al cielo y para los costados diciendo: “Nos tenemos que salvar. Nos vamos a salvar”.
Y así fueron pasando las horas hasta que alcanzaste la ventanilla, ese hueco en la pared que te adelanta que del otro lado hay una persona que te va a dar la llave a la felicidad o por lo menos a un momento junto a ella. Y la agarraste, la aseguraste, la besaste y saliste con tu entrada con el objetivo cumplido. Sí, el DT te dijo: “Pibe, el domingo vas de arranque”. Y tu emoción desborda.
Ahí te das cuenta que casi no dormiste, que casi no comiste, que no das más por los empujones de los últimos metros y qué sé yo cuántas cosas más. Pero no te importa nada porque tu entrada para el clásico está con vos y muere con vos si es necesario.
Al instante te ponés a imaginar lo lindo que será disfrutarlo y te animás a soñar con el encuentro y el resultado. Ya no hay razón ni lógica en tu corazón. Los latidos demuestran la desesperación que se está adueñando de tu realidad. Ya no importa más nada que el domingo.
Y te cuento que ya llegó. Está ahí nomás el comienzo. Vas a ir temprano para hacerte de tu lugar, conocer nuevos vecinos de “tablón” y alentar por los millones que lo harán desde la casa, un bar, el laburo y muchos lugares más. Algunos inhóspitos. Pero vos sabés que tu misión es ser vocero de la pasión de ellos, que no pueden estar por circunstancias y por cantidad de ubicaciones. Aunque están. El alma es solitaria, emprendedora y muy independiente. No se lo va a querer perder.
Y ahí comenzará tu historia de domingo. Ojalá que sea la más bonita, la que nunca se te olvide. La que te marque y le dé al Rojo tranquilidad para alcanzar el objetivo primario que es salvar la historia y la gloria. Esa que nos enorgullece y nos inunda de fe. La que nos hace ser únicos, como este sentimiento sobre el que ya no me alcanzan las palabras para explicarlo pero que es lo más lindo que ha recorrido en mis venas desde mi concepción.