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Palermocho

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Hoy les presento el hermoso cuento de “Palermocho”, el jugador de madera que quería ser un goleador de verdad. Su Creador, sus inicios, el hada Mauricia, Ernesto Grillo y la contínua mentira que a él le hace crecer la naríz y al resto las ganas de que no juegue más. Todo, para que los papis que gustan del paladar negro le cuenten a sus hijos.

Antes, la tapa del periódico “Rivales” con toda la actualidad de los adversarios del Rojo.

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PALERMOCHO

Carlos Bianchi era un carpintero que trabajaba mucho, mucho, mucho. Venía de un club muy pobre y muy chiquitito llamado Velez Sarsfield.

Pero un día, fue llamado por un club más conocido, Boca Jrs. Y así empezó a trabajar por algo que él pensaba que sí valía la pena.

Al principio las cosas fueron muy difíciles, y estuvieron a punto de darle un voleo feroz en la parte trasera de su mameluco. El carpintero Bianchi no trabajaba muy bien, porque se sentía muy, muy solito.

Lo que sucedía es que tenía muchas maderas en su equipo, como Traverso, Dolberg, Guzmán y Abondanzieri.

Pero un día, para no sentirse tan, tan solito, decidió tallarse un muñeco. Agarró un tronco y le empezó a dar forma. Primero la cabecita, luego el cuerpito, los bracitos y por último las piernitas, que como justo ahí estaba lleno de nudos, quedó para siempre como la parte más dura de todo el muñeco.

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Palermocho, que así fue bautizado por Bianchi, no tenía vida, porque era todito de madera.

Pero un día, el hada Mauricia puso toda la tarasca y los medios empezaron a hablar de Palermocho, y así fue haciéndose conocido. Y si bien nunca cobró vida, al menos hablaban de él.

¡Pero pobrecito Palermocho! Si bien todos lo conocían y tenía de amigo al Topo Gigio, había algo que entristecía mucho al inefable tronquito. Y es que él quería llegar a ser un goleador de verdad.

Pero Palermocho tenía un problema. Le crecía la naríz cada vez que mentía. Esto sucedía muy, muy seguido. Un día Bianchi lo escuchó diciendo una mentira y así descubrió su secreto.

-¿Adónde estuviste, Palermocho? -le preguntó Bianchi-. A lo que el madero contestó.

-Estuve en Europa, papá Bianchi, y allí jugué en el Villarreal y el Betis, que son clubes europeos muy importantes. Hice muchos goles y tanto me amaban, que no querían saber nada con que volviera a Boca. Y también estuve en la Selección Nacional, y jugué tan pero tan bien, que me van a seguir llamando. ¿Y vos dónde estuviste, papá Bianchi?.

-Yo estuve en la Roma -le contestó su creador- y me fue muy, pero muy bien. Llevé a grandes jugadores, como Roberto Trotta, y fue tanto mi éxito que tampoco me querían dejar venir, pero te extrañaba tanto que decidí volver.

Y ante el asombro de todos, la naríz de Palermocho comenzó a crecer y crecer, haciéndolo parecer casi tan horrible como cuando jugaba al fútbol. Pero la de papá Bianchi, no. Entonces Palermocho entendió que él era distinto por ser de madera.

De pronto, apareció en su hombro un pequeño bichito llamado Ernesto Grillo. Este trataba de aconsejarlo bien. Grillo convirtió en su carrera 140 goles, y fue muy reconocido sin la ayuda del marketing. Había jugado en Independiente y Boca, y cuando fue a Europa estuvo en un club grande de verdad: El Milan.

Grillo trataba de hacerle entender a Palermocho que era de madera, y que nunca iba a dejar de serlo, por más que los medios de comunicación lo inflaran y los árbitros le permitieran goles viciados de nulidad.

Y así nuestro protagonista se dio cuenta que si no quería que le creciera la naríz no tenía que mentirle a la gente. Tampoco aprovecharse de la tarasca del hada Mauricia haciéndoles creer a todos que era un goleador de verdad.

Pero al final decidió que una naríz un poco larga no era algo tan malo, y que mucho peor era que los hinchas de Boca Jrs. se dieran cuenta que siempre aplaudieron a un tronco.

Y azulín-dorado, gracias al marketing, este cuento, no ha terminado.

Yo gracias a dios soy del DIABLO.

Shisus

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