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Perdidos… en busca del milagro

La idea de estas líneas es, justamente, resaltar una idea. Sí, es un juego de palabras y, para seguir, esto es un juego en el que deben mediar menos palabras, sobreponerse las ideas y lograr el objetivo. O sea, Independiente debe encontrar su rumbo, plasmarlo en la cancha y obtener los puntos necesarios para volver a Primera División.

Uno de los encargados, quizás el principal, es Omar De Felippe. Ese ser que hizo ver la luz a los hinchas cuando con su gesto adusto, su trabajo prolijo y su motivación en cada partido logró la regularidad necesaria para obtener el primer objetivo que fue terminar el semestre en zona de ascenso.

El equipo nunca deslumbró, es cierto, pero ganó encuentros importantes en canchas difíciles. Hizo un culto de la solvencia en el fondo alcanzando record de valla invicta y siendo una de las defensas menos goleadas de todo el Nacional B. Claro, que a la hora del ataque la realidad distaba de lo bien que se hacía en el arco propio.

En la pretemporada, De Felippe se cansó de comentar, como un adelanto, que lo que se venía iba a ser más difícil. Lo complicado estaba por llegar. Y, lamentablemente, no se equivocó. Su especulación se transformó en una realidad a tal punto que hoy estamos fuera de la zona de ascenso, ocupada por Banfield, Defensa y Justicia e Instituto.

Y ahí que llegamos al foco de esta columna. En este segundo semestre siempre se resaltó “el punto inteligente“. Frases como “el punto sirve“; “conseguimos un empate ante un rival difícil“, “nos vamos contentos porque antes los perdíamos“… Y así un montón.

Debido a esto Independiente pasó a tener en su estadística más partidos igualados que ganados y eso le valió para perder su posición de privilegio. Ahora… ¿por qué se llegó a esto? Sin lugar a dudas, la primera causa es el bajón futbolístico de muchos jugadores. Algunos no le pegan al arco, otros no están bien con la pelota, los defensores pierden mucho por quedar mal parados, las lesiones, la falta de actitud en algunos partidos y ese sentimiento de jugador golpeado ante el mínimo revés.

Otra de las causas, y es aquí donde vos lector y yo nos podemos empezar a poner en veredas distantes, es Omar De Felippe. Sí, el DT del Rojo al que nadie le discute su capacidad, no está logrando cambiar esta realidad. No encuentra variantes entre los jugadores y no logra hacerlos creer en una idea de fútbol. Y si bien todos los protagonistas aseguran que el objetivo se va a conseguir, hoy está amenazado.

De Felippe sí o sí deberá cambiar y asumir riesgos. De otra manera, Independiente seguirá fluctuando, no dañará a su rival de turno y le permitirá jugar y crear.

Basta de jugar con un solo delantero. Basta de que Pisano e Insúa se queden afuera del partido. Basta de ser timoratos ante equipos ignotos.

Es hora de mostrar que Independiente es grande y sale a ganar en todos lados. Justamente, lo que motivó estas líneas fue el segundo tiempo ante Unión y los cuatro goles que el equipo le metió a Santamarina. ¿Por qué? Sencillo, todos vamos a la cancha a ver la red abrazando la pelota y, en definitiva, es ese objetivo el que nos permite alcanzar todos los demás.

Claro está que este equipo está saliendo a la cancha con una mochila enorme. Las desgracias, las tristezas, los bajos rendimientos, lo poco que se ofrece, la mala racha y todo el clima institucional repercuten totalmente.

Por eso, también pregono y exijo a los nefastos dirigentes que gobiernan nuestra institución como oficialismo u oposición, que se dejen de hinchar las pelotas. Que dejen los enfermizos egos de lado. Que se jueguen las pelotas por Independiente porque el socio los eligió y porque el socio los puede llegar a elegir. Y, en definitiva, son los que adoptaron esa pata de la mesa.

Ya cansaron con el famoso acuerdo que nunca se firmó. Pudrieron con el “yo” como eje central. Agotaron la paciencia de todos. Los hinchas están destruidos, ni ánimo para luchar tienen. Su club se desmorona. Tiembla no late y ellos ahí… sufriendo con cada miseria y soñando con la frase que enamora: “Volver a ser”.

Por eso y para ir cerrando, al DT le exijo un cambio de rumbo. Prefiero morir en el campo ajeno y no con la cola en mi trinchera. A los jugadores, que pierdan el respeto por el miedo, que se sientan gladiadores con la camiseta del Rojo en el pecho y que se la jueguen. Y a los dirigentes, que no hagan llorar a la Estatua de Bochini porque no va a ser un milagro como pasa en las Iglesias… va a ser el velorio de un Gigante.

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