Gabriel Milito volvió a su casa, al Libertadores de América, y fue recibido con mucho cariño e idolatría de todos los hinchas. Por su parte, Hugo Moyano le entregó una plaqueta en homenaje.
Se fue a Europa como ídolo y volvió como leyenda. Jugó un puñado de partidos hasta que sus dolores por las lesiones que sufrió en su exitosa carrera le impidieron continuar. Ahí, comenzó a agigantar su figura de niño prodigio.
Su amor por el club lo mantuvo siempre cerca de Villa Domínico. Desde donde siempre dijo que tenía que refundarse el club. Su club. Su casa. Emprendió una obra que aún se sigue construyendo con el aporte, además, de Sergio Agüero. Se hizo cargo de un Selectivo y de recuperar muchas canchas del predio que estaban en un estado calamitoso.
Con la llegada de Jorge Almirón y la vuelta a Primera, se convirtió en el entrenador de la Reserva. Desde allí hizo crecer a muchos futbolistas, a los que además les enseñó el sentido de la pertenencia. Ese que esta noche a Milito lo emocionó.
Es que ni bien pisó el césped del Libertadores de América, desde todos los costados de la cancha se escuchó: “Milito hay uno solo, oohhh”. Y desde la dirigencia le obsequiaron una plaqueta por ser él, por ser Gabriel Milito. Por ser el último capitán campeón de un torneo local. Por ser el Mariscal. Por ser ídolo y por su amor al Rojo.
