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Refuerzos, balas de plata, pretemporada y otras yerbas

Independiente está a punto de finalizar su primera semana de pretemporada y aún no cuenta con el segundo refuerzo. La intención de todos era que ambos jugadores estén antes del 3 de enero, pero por diversas razones no se pudo concretar.

Ante la frustrada llegada de Martín Cauteruccio, Independiente está próximo a iniciar su segunda semana de pretemporada sin el segundo refuerzo. Todos – dirigentes, cuerpo técnico, plantel, hinchas – coincidían en la necesidad de no repetir errores pasados y cerrar a las dos incorporaciones antes del 3 de enero, algo que por diferentes razones no sucedió.

Se incorporó uno: Daniel Gastón Montenegro. El delantero, luego de quedar libre del América de México, mostró desde un principio su preferencia para llegar a Independiente. Sin embargo, fue necesaria la intervención de Américo Gallego para que finalmente se concretara su cuarto regreso a Avellaneda. El Tolo se reunió con el Rolfi, ambos manifestaron públicamente sus intenciones y el 10 volvió a vestirse de rojo.

Las complicaciones surgieron con la llegada del segundo refuerzo. Entre especulaciones periodísticas, informaciones concretas y declaraciones públicas, se habló de Diego Forlán, Hernán Barcos, Dorlan Pabón, Juan Manuel Martínez, Carlos Bueno, Martín Cauteruccio, Carlos Núñez. Lo cierto es que a Pilar solamente viajó Montenegro como novedad.

Descartados los primeros, quedaron tres nombres en danza en los últimos días. Por Juan Manuel Martínez se realizó una oferta al Corinthians, que no fue satisfactoria. Aún estirando la oferta, los números del contrato del jugador se hicieron imposibles para la frágil economía de Independiente, puesto que dejó de ser considerado.  La puja entonces, quedó entre dos uruguayos: Bueno y Cauteruccio.

El primero manifestó públicamente sus ganas de venir a Independiente e incluso aceptó esperar un tiempo prudencial hasta que se resolviera la otra negociación. Finalmente, luego de que no hubiera ningún nuevo llamado, Bueno emigró a Chile para firmar con la Universidad Católica. Gallego, previsor, manifestó puertas adentro que el delantero le interesaba, además de gustarle sus ganas de venir.

Se avanzó entonces la negociación por Cauteruccio. Públicamente, el presidente negó una y otra vez haber hablado con alguien de Quilmes por el jugador. Y, en cierta forma, tenía razón. Es que las charlas – casi en su totalidad – las llevó adelante el grupo empresario, junto al representante y a los dueños del pase del jugador. Los dirigentes, salvo alguna reunión, participaron poco y nada. Luego de casi dos semanas, y de no ponerse de acuerdo en los números, la transferencia se cayó, dando muestras de que no sólo a los dirigentes se le escapan los jugadores.

La inexperiencia sirvió como excusa y aliciente antes. En este momento, suena a poco. Se habló infinidad de veces de jugadores de categoría, de “dos balas de plata”. Llegó el Rolfi, en gran parte por propia iniciativa y salvo los primeros – casi imposibles – nombres, ni a Bueno ni a Cauteruccio les cabía dicho mote. Ni que hablar de los que surgieron después, como Núñez o Miralles, que lejos de matar a un hombre lobo, apenas si podrían herir a un perro.

Es momento de que los encargados del fútbol en Independiente empiecen a aceptar las críticas, pero más importante, que realicen una autocrítica sincera y hagan las modificaciones que sean necesarias. Que entiendan que no todo se resume a Canteristas o Comparadistas. De ser posible, hay que desechar lo más pronto posible esa polarización inútil, obsoleta y dañina.

También es momento de que el resto, todos los que estamos ligados al Club, tengamos nuestra propia autocrítica, siempre en pos de encontrar entre todos la mejor salida a este horrible momento. Periodistas, hinchas, socios, colaboradores.

Hay que erradicar ese intento de catalogar a los que pueden opinar y a los que no. Los únicos que tienen ranking están en La Boca, y son los últimos a los que quiero parecerme. Basta de establecer un status arbitrario con privilegios para unos y perjuicios para otros. Basta de soberbios, de sobradores. Hay gente que le pone el cuerpo y el alma al día a día del Club y me consta. Empleados, dirigentes, integrantes de subcomisiones o socios sin mayor rótulo. Ni siquiera ellos tienen una habilitación especial y distintiva del resto para opinar. Pero también hay quienes están hace dos días y por pasarle un trapo a las escaleras de la Sede de Mitre, piensan que ya refundaron Independiente y que tienen mayores derechos que otros.

Somos más de 5 millones. Es difícil ponernos de acuerdo. Pero sólo nosotros podemos hacerlo y, de una buena vez, empezar a canalizar los esfuerzos en pos de salvar al Rojo. Desde afuera nos tiran con todo, “nos quieren ver rodar”. No los dejemos, por favor. Somos Independiente, el Club más hermoso de este país. Es nuestra obligación.

 

 

 

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