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Santoro, Piel de Gallina

No eran épocas de cincuenta programas que hablan de futbol ni de ligas extranjeras ni de millones de euros. No eran épocas de Internet, ni de foros, ni de besadores gratuitos de camiseta. No había “Futbol de Primera” sino -en diferido- el partido más importante del domingo. A lo sumo, un adelantado vulgar el viernes.

Esperábamos “El Gráfico” que traía papá el día lunes a la noche, a la vuelta del trabajo. Ahí estaban todos los goles, las secuencias fotográficas sucesivas y las brillantes plumas que continuaban jugando los partidos en “La Cara del Deporte” : Ardizzone, Juvenal, Vega Onesime.

No recuerdo si lo vi por primera vez en tele o en una atajada espectacular en El Gráfico. No ha pasado tanto tiempo en realidad, porque el tiempo que verdaderamente transcurre es aquel que nos roba la memoria y, la verdad, yo a Él lo recuerdo perfectamente bien. Tengo su figurita, el tarjetón, la chapitás, el primer autógrafo. Todo. No sé en qué casa de qué mudanza. Pero los tengo acá. Muy acá.

Qué pinta! Yo le afanaba una gorra vieja a papá (una gorra que jamás sería tan linda como esa a cuadritos chicos que usaba él) y me fijaba que tuviera botón arriba y visera oscura, para que no pareciera la de un diariero y sí la de, digamos, un gangster inglés. Tenía que calzar justa, como el brazalete, para no perderse en el puñetazo de un corner.

Qué pinta! Pepé entraba a la cancha con el buzo azul con hombreras y coderas, el gesto serio y una ceja levemente levantada, y para mí era San Martín para luchar en San Lorenzo o Sean Connery, para las chicas.

Me miraba en el espejo antes de salir a la canchita de la parroquia y repasaba los detalles para saber si mi equipo de Pepé estaba listo para atenazar arriba la Pulpo con los guantes grises de lana del colegio y gritar “y vueeeeeeeeela Santoooooro”, engolando la voz como la del Gordo Muñoz.

Nos rompimos las manos aplaudiendo las de él y tomando Copas y Copas y Copas del champagne exquisito que regalaba esa época donde El Equipo Nacional era Independiente.

Y un día se fue, aclamado,al Hércules de Alicante. Otra época: la hinchada de Racing lo ovacionó en su último adiós. Creí que esa tarde iba a ser la última en que El Gran Maestro (como lo bautizó Carlitos Gay, su amigo y suplente) iba a dejarme la piel convertida en gallina.

Y no.

Alquimias de la modernidad, estos hermosos chicos de disc-man, celular, pantalón cargo, internet y zapatillas hoy le cantaron: “Para el Gran Pepe, la SELECCIÓN”.

Le dijeron “vaya, maestro”. Vaya que yo no lo vi, pero papá me contó. Vaya que yo no lo ví pero sé que culpa suya llevo encima la medalla de la gloria y el gusto por el futbol. Vaya que esta es una película de las de antes, donde triunfan los buenos; y antes que nada, eso es Usted. Algo tan simple de sintetizar y tan dificil de encontrar : un buen tipo.

Vaya Maestro,le decían, que a mí no me la contó nadie: yo le ví poner el pecho a las balas todas las veces que el Club lo necesitó.
Yo le ví bajar (como aquellos centros)los decibeles a las discusiones por cargos, porque antes que cualquiera estaba Independiente; y Usted, de vestuario y de dónde se lava la ropa sucia sabe un rato largo.

Vaya, Maestro, que yo también me voy feliz a dormir. Porque lo vi levantar la mano sonriendo y abrazarse en un “Santoooooooro” de despedida triunfal otra vez con los suyos. Sin estridencias. Sobrio, como siempre. Pero -como siempre- emocionando.

Pasaron…(¿pasaron?) 34 años.

Y el futbol me regaló una noche con la Piel de Gallina.

POR FABIO ROJO – DEL FORO DE INFIERNOROJO.COM

(@Independiente) (@Independiente)

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