Pasaron tres días desde la última vez que palpé tu amor y te extraño como nunca, en realidad, como siempre. Porque tu amor me levanta, me agita, me hace conocer recovecos jamás visitados. Si fueses una enfermedad quisiera morir de vos, abrazados como esa primera vez que nos conocimos y donde decidí no soltarte nunca más.

Estuve cuando te fue bien, lloré por no poder estar en la cancha de Ferro cuando diste la vuelta contra Armenio allá en el 89. Pero mirá como es el destino, que siempre me tocó lidiar con la más difícil y ponerle el pecho a la adversidad. Siempre soñé con verte brillar, así lo viví en el 2002, donde tu música vibró en mi corazón y cada día, y cada noche, te apoderaste de mis pensamientos. ¿Cómo no te voy a querer así, Independiente? Si sos el oxígeno que necesito para vivir, sos la pasión hecha sentimiento, la lujuria transformada en un misterio que sólo se vislumbra cuando veo tus colores. Tu rojo me hipnotiza, me vuelve completamente loco. Y juro que te voy a seguir, a donde vayas, en cuerpo o alma, pero con mi corazón en tus entrañas.

Hoy te veo bien, recuperado, después de sufrirte y verte retorcer. Lloré por vos, por sentirte frío y distante. Por ver a mi viejo y mi hermano tiesos con cada derrota, golpeados con cada cachetazo. Pasaron goleadas en contra, vergüenzas ante equipos chicos, pero ya está, ya pasó. “Ya no hay dolor, ya no duele y no va a doler”, reza una canción de No Te Va Gustar, y así lo siento hoy. Lo único que quiero es verte recuperado y peleando como siempre marcó tu historia, esa misma que mamé de chiquito, sin verla, pero retumbando en mis oídos como una ópera espléndida. El 6-0 al Real Madrid, la Copas Libertadores, Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz. El Bocha, los campeonatos, el orgasmo del 83. Sí, sos parte de mi ADN, sos mi historia, mi infancia, mi adolescencia, mi presente y mi futuro.

Por eso, este domingo, en nuestro segundo clásico en el templo de Avellaneda, quiero que estemos todos, porque hoy nos necesitas como hace mucho no pasaba. Porque a pesar de no ser el mejor equipo de la historia, tenés una identidad y tu entrega otra vez nos da orgullo. Porque queremos que otra vez Boca y River tengan miedo de enfrentarnos. A diferencia de los vecinos, que nacieron con ese pánico a cuestas y jamás lo perderán.

Voy a cerrar los ojos, por un solo momento y pensar en los momentos más lindos que me diste. Por Dios, mirá como se me pone la piel, mirá como late el corazón. Inconfundiblemente es tu sello, sos vos Independiente. La alegría de mi vida, por eso, este domingo otra vez voy a estar con vos. Con mi camiseta roja y mi garganta inquebrantable demostrándote todo mi amor. Pero también con mi corazón y mi historia, esa que vive regada por tu gloria. Sólo te pido que le sigas regalando sonrisas a toda tu gente: la que se regodeó con tu mística, la que vio las copas y sigue enceguecida con volver a ser, la que vio tus tumbos y te vio renacer. A los que están arriba pero pendientes de lo que pasa abajo. Pero sobre todo, a los que estuvimos en tu peor momento, sólo porque los ancestros nos enseñaron a amarte en las buenas y en las malas. Hoy queremos más de vos, queremos verte reír. Te quiero más que nunca, Rojo, y este domingo te lo voy a volver a demostrar. “…señores, dejo todo, me voy a ver al Rojo…”