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Si lo podemos soñar, lo podemos hacer

rojo

“…al dolor de seguir vivo, que es lo bueno que tiene el dolor y también al placer de ganar y perder cuando todo parece jodido es cuando hay que poner…”. Esa simple y gran frase de la Vela Puerca esconde y dignifica lo que sentimos todos los hinchas de Independiente. Hace una semana atrás la vimos negra, la sufrimos, la peleamos, transpiramos desde casa, desde cada rincón del planeta para que la serie quede abierta. Los que fueron se comieron palazos y soportaron el infierno mismo. La derrota dolió, ¿cómo no va a doler?, pero seguimos vivos, de pie, con el corazón ilusionado y las ganas más altas que nunca. Porque es la Copa, hermano, y si es una Copa, es para Independiente.

La razón no entiende de pasión. Habrá que esforzarse hasta el máximo para conocer los límites de cada uno. Habrá que dejar la piel en la tribuna, el corazón al lado de la tele y el empuje pegado a la radio, tanto o más que los jugadores adentro de la cancha. Porque este partido se gana dentro y fuera, todos juntos lo tenemos que hacer posible. Y mirá que nos comimos mazazos, hermano, pero nunca nos quedamos mirando lo que habíamos perdido, sino todo lo que nos faltaba ganar. Y así fuimos, subiendo escalón por escalón para subir a lo más alto, gambeteando envidias salvajes, tirándole un caño a la crítica insana y poniéndole el pecho a las adversidades. Y acá estamos, en la final, con la serie 0-2, pero con la cabeza, el alma y el corazón como nunca.

Si no lo soñamos, nunca encontraremos lo que hay más allá de ese sueño. Ese hermoso sueño que se forjó de la mano de nuestros antepasados, que nos mimetizaron esa estirpe, esa magia de mística que enarbola al Rojo. Porque aprendimos que la gloria fue nuestra y que tenía que volver. Entendimos que ante cada golpe hacia falta reponerse, poner la cara otra vez y no tirar la toalla, porque eso es de los vecinos, los mismos que hoy festejan nuestra derrota. Pero la historia lo indica: nunca den por muerto a Independiente.

Hoy, vos desde acá, y los que nos hicieron grandes, desde arriba, vamos a unirnos para que este miércoles Avellaneda se vuelva a vestir de gala. Lo tenemos que dar vuelta con la fuerza de nuestros máximos motores: la convicción y la voluntad. Hay que poner el corazón, como lo pusieron nuestros viejos, nuestros abuelos, nuestros hermanos. Hay que dejar la piel como lo hicieron ellos. Tenemos que mancomunarnos para que la Copa se quede en Avellaneda. Nada es imposible, menos cuando se trata de Independiente.

Por eso, hermano, seguí deseándolo. Aferrate a ese sueño, alimentalo con canciones, con bengalas, con papeles y no lo sueltes. Mirá esa camiseta roja que llevás pegada a la piel. Mirala como nunca y agradecele a la vida por haberla puesto en el camino. Nos hizo reir, nos hizo llorar. Nos hizo abrazarnos con desconocidos, recomponer relaciones. Nos hizo vibrar, quebrar, putear, emocionar y hasta nos llenó de incertidumbre. Queda un round, un escalón, un desafío más para el corazón. No vamos a tirar la toalla, porque la gloria está a la vuelta a de la esquina, desafiante, con pose de provocadora. Depende de los jugadores, pero también depende de nosotros. Dale, hermano, dale que se puede.

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