Hay algo que se le viene criticando a este plantel y es justamente esa fuerza interior para sacar adelante y ganar este tipo de partidos. Además, jugó lejos del arco de Saja y volvió a sufrir en el fondo.
Los partidos se ganan en las áreas. Los partidos se ganan con hombres. Los partidos se ganan con fútbol y carácter. Los partidos se ganan en la cancha. Los partidos se ganan con goles. Los clásicos se ganan.
Muchas frases hechas y lugares comunes que suelen salir de la boca de los hinchas ni bien comienzan a bajar los escalones de las tribunas. Y, en este caso, desde el gol de Diego Milito que empezaron a surgir. Es que Independiente no tuvo decisión en ningún momento.
No tuvo carácter para no dejarse llevar por un equipo que había jugado el jueves por Copa Libertadores. Y ahí, está la clave. El local lo jugó con alma y sed de venganza deportiva por las últimas derrotas en el clásico. Independiente salió con otra actitud.
Además, más allá de esa sensación de equipo por momentos tibio que dejaron los jugadores dirigidos por Jorge Almirón, se vio un déficit clave en cada área. Más precisamente en el sector del lateral derecho, “cubierto” por Gustavo Toledo y ciertas desatenciones entre los centrales. Es más, en una de esas se produjo el penal porque Víctor Cuesta se tiró imprudentemente dentro del área.
En ataque, el equipo demostró una gran carencia de ideas. Matías Pisano gravitó en la nada misma. Federico Mancuello jugó desbordado por su corazón y sólo se puede resaltar el sacrificio y las posibilidades de Lucas Albertengo. Aunque, claro está, no se presentó en la red y el equipo lo sintió, una vez más.
Claramente hay que cambiar cosas. Independiente no puede seguir así. Los partidos sin derrotas se siguen acumulando. El equipo se acostumbra a no ganar y la idea del DT se transforma en contraproducente. La gente pide a gritos ganar. La gente pide a gritos una alegría. La gente pide a gritos tener un equipo que le dé confianza y en el que se sienta representado. Por ahora, nada.
