Quiso el destino que entre medio de los dos duelos más importantes del año para Independiente, se juegue el Clásico de Avellaneda. Por guiño de la fortuna o engaño de la desgracia, la suerte del Rojo está echada a un partido en el Libertadores de América, donde el más grande de Avellaneda buscará con alma y vida un pase a una nueva final de copa internacional. Y en la antesala de tamaño encuentro, nada más y nada menos que la visita al Cilindro.
Quiso el destino que el referí no sancione la mano de Óscar Cardozo y convalide el tanto de Libertad, lo que propició un resultado adverso en Paraguay y la aparición de esas malditas dudas de cara a los dos compromisos más relevantes de la temporada. Pero ya quedó para la anécdota. Porque quién sabe, cuando se lea esta historia de las páginas doradas de Independiente, arranque con un gol en contra a los treinta segundos de la ida de la Semifinal.
Hoy la cabeza del hincha está en dos lugares al mismo tiempo. Difícil pensar en Libertad, sabiendo que antes se visita al rival de toda la vida. Pero claro, también resulta muy difícil pensar en el rival de toda la vida teniendo una final de Copa Sudamericana a la vuelta de la esquina; a dos gritos sagrados, o a uno y una tanda de penales. Qué difícil, qué inmoral tener que elegir entre uno y otro.
Pero son unos días. El miércoles de la semana que viene estaremos festejando o hundidos en la peor de las miserias, y toda esta historia habrá terminado para bien o para mal. Independiente tiene con qué para festejar por partida doble. Por primera vez en años el Rojo tiene una comunión entre hinchas, jugadores y cuerpo técnico que hizo devolver la ilusión. Ahora, a esperar y confiar. El martes a última hora, ya habrá terminado.
