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Soñalo, cumplilo, gozalo

Turco Mohamed

Unos atónitos, paralizados por la emoción, con miles de lágrimas en los ojos. Otros descontrolados, agitando sus puños al aire, dando bocanadas en busca de oxígeno ante cada guiño de pasión. Mientras, aquel de más allá miraba el cielo, le hablaba andá a saber a quién, al momento que las gotas de emoción caían por su rostro y otro lo sacudía del hombro al grito de “Somos campeones, carajo”. “Somos campeones”, que hermosa frase, hermano, cómo se la extrañaba por Alsina y Bochini.

Allá, atrás del palo izquierdo del arco que da a la vías, escondida y con un delicioso perfume, andaba la mística. Su esplendor a cuestas, con una fina y delicada capa roja, sobrevoló toda la noche por Avellaneda y, otra vez, volvió, aunque esta vez, dicen que para quedarse. Sí, señores, Independiente es otra vez campeón, para todos aquellos que descreyeron de este equipo, que lo humillaron, que le tiraron su envidia insana, su asco demencial. Acá lo tienen, de pie, con los pies aplomados, el mentón y las cejas cortadas y el tabique torcido, pero con la corona en su cabeza y el trono relamiéndose por sentirse su posesión.

Hubo huevos, carisma, entrega, fortaleza, corazón y una inmensa alma por parte de esos once guerreros. Hubo una mano mágica, una cabeza anímica, una boca llena de motivación por parte del cuerpo técnico y sus colaboradores. Pero también, hubo un equipo que lo jugó desde afuera: los hinchas. Esos que empujaron desde el martes, que se ilusionaron, que soñaron con la Copa Sudamericana, que de tanto desearlo lo hicieron realidad.

Hasta esa “Baba del Diablo” que flotaba en la espesa noche de Avellaneda fue parte de una fiesta atronadora, de una explosión anímica que necesitábamos después de tantos tropiezos, de tantos errores dirigenciales, de tantos equipos híbridos, de tanto sufrimiento. Hubo que sacar al campeón argentino, remarla contra Defensor Sporting, sufrirla con Tolima y “milagrearla” contra Liga. La final estuvo a la altura de Independiente. Porque así siempre lo quiso la historia, que sean batallas, nada fácil. Pero esta camiseta entiende de orgullo, entiende de esas épicas guerras futbolísticas y se encargó de demostrarlo el miércoles.

Fuimos a la cancha sabiendo que era posible, lo escuchaste o lo viste como si estuvieses ahí. Lo jugaste como propio. Pateaste con Parra, atajaste con Hilario y diste las indicaciones con el Turco. Miraste mil veces al cielo, agradeciste, abrazaste a esa persona tan importante que ya no está. Tuviste miedo, temiste que todo termine mal. Saltaste hasta que te diste cuenta que si no parabas un segundo te quedabas seco. Dudabas entre seguir o que termine. Otra vez miraste el cielo, juntaste las manos, hiciste mil promesas, mirabas a la gente, sabías que se podía, pero también que no. Gritaste con furia, con desahogo. Lloraste con el penal en el palo y la sentiste tan cerca que te fundiste en mil lágrimas que terminaron de romper en un llanto único con el gol de Tuzzio. Gritaste CAMPEÓN. Te salió ese grito desaforado bien de adentro del pecho. Te abrazaste con todos, volviste a mirar arriba y tiraste decenas de besos retribuyéndole a la vida que haya puesto a Independiente frente tuyo.

Somos campeones, hermano. Sí, SOMOS CAMPEONES. Porque cuando nadie creía en nosotros, nos empeñamos en demostrarle que somos demasiado grandes como para darnos por muertos, que tenemos una historia bendita, glorificada por un antes, un durante y un después. Allá la viste a lo lejos, Copa querida, cuánto te sufrimos, cuánto te queremos. Sos nuestra, sos de los jugadarores, que se hicieron cargo y nos devolvieron una alegría hermosa. Sos de ese Turco loco que llegó para eternizarse. Gracias a Dios, gracias a Independiente, gracias a la vida por esta satisfacción inmensa. Volvió la llama de la mística, esa que los jóvenes queríamos ver, esa que los “viejitos” extrañaban con melancolía. Otra vez estamos de pie, le dimos un mensaje a todos los que nos querían ver muertos: EL REY ESTÁ DE VUELTA, VOLVIÓ PARA QUEDARSE.

Te dije, hermano; soñalo, soñalo y desealo mucho que se va a volver realidad. Lo imaginaste, quizás no tan bien como pasó, pero sí viste el mismo final en tu mente. No te pellizques más, es nuestra. Ahí está, se cumplió. Ahora es tiempo, ese mágico tiempo, de empezar a gozar. Y vos, sí vos, vos que ahora estás en una tumba, muerto, desquiciado, que vas a tener que usar los fueguitos artificiales para año nuevo; comprate un plasma, ponete una linda antena satelital y mirá la Libertadores en casa, por HD. Si querés te pago el sillón, siempre fuiste tan obediente que hasta te hago ese favor. ¡Salud Independiente!

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