Independiente jugó un partido para el olvido y perdió 2-0 frente a Atlético Tucumán, en su regreso al Libertadores De América. Tras la eliminación por Copa Sudamericana y una tibia victoria en Junín, dejó una imagen aún peor que en los duelos con Chapecoense.
Un espanto. El peor partido de la era de Gabriel Milito como entrenador del Rojo. El gol del Decano al minuto de juego desnaturalizó el encuentro, puso nervioso a todos los presentes en el Libertadores de América y desencajó al grupo de jugadores que alcanzaron su peor nivel colectivo e individual. Un equipo perdido en la cancha, sin ideas claras, que cayó en un ritmo de juego lento y previsible. Con una defensa desarmada, un mediocampo terrorífico y una delantera nula de definición, Independiente perdió mucho más que tres puntos.
Tras la eliminación por la Copa Sudamericana y una victoria sin luces ante Sarmiento en Junín, Independiente regresaba a su estadio con la idea de ganar y pegarse al puntero Estudiantes. El problema fue que nadie imaginó un cachetazo tan rápido como el que propinó Fernando Zampedri, apenas comenzado el cotejo. Leandro González, sin marca ni sombra, cruzó un balón al área y el delantero del conjunto tucumano le ganó la posición a Nicolás Tagliafico y venció rápidamente a Martín Campaña.
En adelante, la peor demostración que dio este Independiente modelo 2016: 45 minutos de nada. El conocido funcionamiento no tuvo frutos, la pelota deambuló desde el círculo central, de izquierda a derecha, pasando por los zagueros y nada más. No hubo juego asociado, nadie rompió líneas, ni siquiera una corajeada por orgullo. El primer tiempo fue un horror y fue el mismo Milito quien en conferencia admitió: “No tuvimos la reacción que necesitamos”.
Jorge Ortíz, Diego Rodríguez y Cristian Rodríguez, encargados de conducir al equipo y generar una transición rápida de defensa a ataque, no pudieron hilar dos pases en ofensiva y las jugadas morían en las bandas. Al perder la pelota, el Rojo sufrió los contragolpes malogrados por los delanteros del Decano, que de haber estado afilados, podrían haber liquidado mucho antes las acciones. Los cuatro defensor tuvieron una noche pésima y, como no suele suceder, demostraron un nivel bajísimo.
Ya en el segundo tiempo, el DT movió el banco e hizo ingresar a Ezequiel Barco por Jorge Ortíz y a Germán Denis por Cristian Rodríguez. El juvenil demostró carácter y con algunas fintas hizo amonestar a tres rivales, pero poco más que eso. Por impulso, por vergüenza, el local fue como pudo y tuvo un cambio de actitud. Diego Vera se encontró con el travesaño y malogró las pocas aproximaciones generadas. Hasta que desde un lateral llegó el 2-0 en contra. Fue González quien aprovechó el pivoteo incial de Zampedri, posterior centro de Luis Rodríguez y definió abajo del arco.
Finalmente, la historia conocida: centros e insinuaciones patéticas que no lograron quebrar el cero que cuidó muy bien Josué Ayala. Independiente se quedó con las manos vacías y envuelto en silbidos. Quedó a cinco puntos de Estudiantes de La Plata y a mediadios de octubre su público siente que los objetivos planteados ya no existen.
