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Un inflador para el alma

(COLUMNA DE OPINION) – Tres puntos, seis, diez. Un partido clave, trascendental, casi determinante; una final. Se ganó, se sacó pecho en la difícil Bahía y ahora el aire es un poco más puro, la soga en el cuello se aflojó y los gestos de dolor y tristeza se convirtieron en esbozos de esperanza, esa misma que generó el fútbol de Patricio Rodríguez y la eterna solidaridad guerrera de Facundo Parra. Era hora de que “Pato” dé ese paso hacia la consagración, de que se dé cuenta que es un enorme jugador de fútbol, al que sólo le faltaba hacer ese clic en la cabeza.

De su mano, Independiente fue a Bahía y le hizo un guiño a su historia. El técnico y los jugadores recogieron la inmediatez del presente y pusieron el pecho a uno de los momentos más oscuros del club. Parra volvió a ponerse su traje camuflado y fue a la guerra, tan “finalero” como pocos; Rodríguez salió de galera y bastón y, tanta veces castigado desde estas líneas, hoy merece un perdón y un nuevo crédito a futuro. En lo que va del semestre fue de menor a mayor y apareció en un momento chivo. Pidió la pelota, se bancó las patadas y, más allá de ese poema que escribió con una apilada fenomenal, deslumbrante y memorable, aún tengo grabado el momento donde, después de que Aguirre le rompiera la ceja, pidió que lo atiendan rápido para volver a la cancha. Hombría y presencia, algo que siempre se le recriminaba.

Otra vez sobrio Tuzzio, en una defensa que no pasó zozobras en general, bien los laterales, correcto el mediocampo, con un Fredes que también entendió lo crítico de la cuestión. Arriba no todo fue felicidad, porque más allá de la gran actuación de Parra, Andrés Silvera volvió a demostrar que no está para ser titular. Falto de ritmo, de ganas, de anticipación, de lectura de jugadas, el “Cuqui” no se muestra cómodo. Seguramente, la demora en la firma del nuevo contrato (¿Tan seguros están de renovarle por DOS años más?) algo tiene que ver en este pobrísimo presente del delantero. Juega casi a contramano del equipo.

Pero atención, tampoco nos relajemos. Fue un partido, fueron tres puntos para sacarse la mufa de encima y pensar en que se puede, siempre con sacrificio, humildad y muestras de compromiso. Como se jugó en Bahía habrá que afrontar los próximos encuentros. Esa misma responsabilidad tendrá que poner la dirigencia, en junio, buscando la manera de que Independiente, además de ganar las copas que juegue, tenga el plantel y el recambio necesario para pelear el Apertura. ¿Es mucho pedir? Todo hace indicar que sí (recordar a Piatti, Acevedo, entre otros), pero en épocas electorales, uno supone que se hará un esfuerzo.

Cinco finales se aproximan, cinco partidos donde la historia de Independiente todavía corre riesgos de mancharse. Por eso, a no aflojar, a no descuidar la actitud por la victoria lograda en Bahía. El triunfo traerá un alza anímico, un inflador para el alma y el corazón. Queda en el entrenador y los jugadores aprovechar ese plus, esa energía positiva y convertirla en triunfos, para olvidar rápidamente este presente oscuro y arrancar una nueva etapa. Que esos cachetazos de fechas atrás sirvan para asimilar el golpe, transformarlo en rebeldía y sacar lo mejor de cada uno. Y un último pedido: que la dirigencia entienda el presente, se haga cargo y ponga entradas a precios razonables para los partidos contra Colón, Lanús y Huracán. Estas cinco finales, las jugamos todos, absolutamente TODOS.

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