Fue uno de los responsables de la caída del domingo, pero está atado a malas decisiones adentro y afuera del campo de juego.
Independiente no supo ganarlo. No tuvo lo que hay que tener para imponerse en un Clásico de Avellaneda, más aún considerando que jugó 11 contra 9 más de 45 minutos. Lucas Pusineri fue responsable del armado del partido y de las modificaciones; no pudo darle un shock anímico y futbolístico a un equipo que nunca estuvo metido en el partido.
Sin embargo, hoy el DT parece un rehén, atado de pies y manos ante las pésimas decisiones y gestiones de la dirigencia. Le desmantelaron el plantel, pidió incorporaciones puntuales y no le trajeron a ningún refuerzo, sostienen deudas con los jugadores que generan un clima infernal y además no cumplen con su principal pedido: mayor presencia en el día a día. Aunque él aceptó llegar a Independiente bajo ciertas condiciones desfavorables, movido por el corazón y la necesidad de ensanchar el CV, hoy la desidia parece mayor a la de hace un mes.
Como si esto fuera poco, los jugadores de ascendencia adentro del plantel se fueron (Pablo Pérez, Nicolás Domingo y Nicolás Figal) o no rindieron en el Cilindro. No estuvieron a la altura del clásico, ni con juego ni con coraje. El entrenador se vio obligado a poner a pibes que apenas reúnen un puñado de minutos en Primera División, incluso debutó Thomás Ortega, que el sábado a la noche estaba en la casa descansando, tras jugar el partido de la Reserva. Un descalabro, en el que pierde Independiente y también pierde el ídolo que decidió agarrar un fierro muy caliente.