De espectador a protagonista, Independiente debe mutar rápidamente su rol ante los acontecimientos deportivos más relevantes. Exigir jugar y pelear la Copa Libertadores todos los años.
Finalizó otro Boca-River en una fase trascendental de la Copa Libertadores y la sensación del hincha de Independiente no fue la misma que en otras oportunidades. Seguir ostentando las ¡7 Libertadores! esta vez no alcanzó, más allá de la desilusión de los bosteros que deberán seguir participando para alcanzar al Rey de Copas.
El sentir de los hinchas del Rojo es que en 2017/2018 se había vislumbrado un despertar que rápidamente se desmoronó a base de malas decisiones, egoísmos y rendimientos mediocres. El haber participado de la edición anterior de la Copa Libertadores y el haber llegado a los Cuartos de final quedó como una excepción y no como una costumbre contemporánea. Fue una gota de agua en el desierto, un espejismo.
Es de suma importancia la exigencia ante el panorama y no el conformismo con lo que supimos ser y con lo que somos. Independiente es sinónimo de copas, de grandeza, de altura, de victoria, de templanza, de orgullo. Independiente es sinónimo de fútbol. La historia más rica, la vitrina más llena, los jugadores más destacados. Dirigentes aptos, entrenadores aptos, jugadores aptos. Todo el pueblo rojo acompañando al sentirse identificado con lo que pasa en el campo de juego.
Reposicionar al gigante y que pase de ser espectador a protagonista. Pisar fuerte en el continente. Dejar huellas imborrables. Más que mirar instancias definitorias, volver a vivirlas año a año. Eso fue Independiente. Que eso sea Independiente.
