Los malos resultados consecutivos, la actualidad del equipo, la realidad de la Institución y la necesidad imperiosa por resurgir hicieron tambalear a De Felippe. Por suerte, ganó la cordura y el guía sigue su camino.
Tras un arranque para el olvido de Miguel Angel Brindisi, los dirigentes fueron en busca de Omar De Felippe, un entrenador con vasta experiencia en la divisional, con resultados comprobables y que había sido competidor en esa carrera por no descender, dirigiendo a Quilmes.
Si bien sufrió algún traspié, parecía que desde que llegó De Felippe todo se iba solucionando y al finalizar la primera etapa del torneo de la B Nacional el equipo alcanzaba el objetivo de estar en los puestos de ascenso gracias al esfuerzo de todos, a la capacidad, a la entrega y a la creencia de una idea y un sistema que dio sus frutos. Además, fue clave la confianza que se reencontró en cada uno de los jugadores. Vale recordar tan solo el gol de Marcelo Vidal desde 50 metros.
En la pretemporada todo se vislumbraba mejor, hasta que aparecieron los fatídicos amistosos de verano en los que Independiente fue manejado por todos sus rivales. Claramente, se vio la diferencia de categoría y de realidades con los equipos que tuvo que enfrentar.
Si hubo algunas dudas, el conjunto se encargó de despejarlas en ese primer tiempo bárbaro que se realizó en Temperley ante Brown de Adrogué, con la flamante incorporación de Federico Insúa. Sin embargo, desde el segundo tiempo de ese partido hasta estos días, el funcionamiento del once en cancha está en caída libre. Porque si bien ante Huracán se pudo ver algunos intentos por mejorar, ante el primer revés los futbolistas decayeron.
Claro está que ya venía de varias decepciones y dos golpes fuertes: Derrota ante Atlético de Tucumán en el Libertadores de América y caída en Mendoza, ante Independiente Rivadavia, jugando todo el partido con un futbolista más en cancha.
Estos magros resultados provocaron el rumor de un posible alejamiento de De Felippe y la preocupación se adueñó de todos. Hasta que el mismo entrenador y el Presidente ratificaron lo contrario con sus declaraciones. Por su lado el DT manifestó: “No renuncié nunca y no lo voy a hacer ahora”; mientras que el máximo dirigente aseguró: “Es la persona indicada”.
Y, más allá de la realidad y de algún desconcierto que se pueda analizar, es la decisión que más se ajusta a la necesidad de Independiente. Imaginen si en este clima de descontento, de pérdida de todo se llega a ir De Felippe. Sería algo muy perjudicial; los jugadores quedarían aún más derrumbados anímicamente de lo que están hoy, se acarraría un trasfondo político más fuerte del que existe; se perdería la chance de mantener una idea y una posible recuperación.
En fin, quedaríamos a la deriva. Se dejaría escurrir una posibilidad de mantener una ilusión de un trabajo sostenido, con seriedad, confiable y de una línea que hoy el club demanda. Por eso, claramente que se haya quedado De Felippe en Independiente es resaltable y ojalá que los jugadores logren respaldarlo dentro de la cancha, porque allí se ganan los partidos y será allí donde de a poco comencemos a ser lo que fuimos… es clave no perder la memoria.