El triunfo frente a Patronato le permitirá a Independiente trabajar con más calma luego del sacudón sufrido con Lanús.
Fueron semanas, probablemente meses, con varias noticias pésimas en Independiente. Desde la eliminación de la Sudamericana hasta la reciente llegada tardía de tres refuerzos cuya jerarquía resulta dudosa, enturbió las llamas del infierno, y la derrota sufrida ante Lanús no hizo más que ser una mera consecuencia de los malos manejos anteriores.
Lo cierto es que el club sufrió de todo desde diciembre hasta acá, dos meses en los que cada día parecía que iba a suceder algo nuevo. El triunfo conseguido con Patronato está lejos de borrar todo eso, pero si le da al plantel una bocanada de aire que le permitirá trabajar con más tranquilidad, pensando en el encuentro con Gimnasia con la certeza de saber que vienen de una victoria.
Aún así, hay que remarcar la parte del trabajo. El Rey de Copas volvió a jugar mal ante el Patrón, sin generar juego en el mediocampo y haciendo que cada pelota en ataque sea una lotería. Que Juan Insaurralde haya hecho un gol siendo defensor es bueno, porque le quita presión al ataque, pero a su vez es malo que haya tenido que tomar las riendas a causa de que la delantera no llevaba peligro al arco rival.
La dupla formada por Domingo Blanco y Pablo Hernández no supo generar juego, y tanto Jonathan Menéndez como Sebastián Palacios tuvieron actuaciones para el olvido, donde no supieron desbordar a una pobre defensa siendo que ambos son extremos. Sin Alan Velasco, Silvio Romero quedó totalmente solo.
Probablemente Julio Falcioni deba empezar a evaluar otras formaciones, otras posibilidades. Si bien el plantel es corto en nombres, da la sensación de que podría hacer algo mejor, algo que haga que, mínimamente, Independiente sea protagonista. El Emperador tiene sobrada experiencia para poder lograrlo, y el Rojo lo necesita.
