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Infierno Rojo saluda a Independiente por los 3 mil partidos que cumplirá, en el fútbol profesional de Primera División, cuando reciba a Lanús. Desde marzo de 1931, hasta diciembre de 2010. Miles de instantes inolvidables y momentos eternos. A continuación, una carta de salutación del Hincha al Diablo. ¡Salud, Rey!

Estimado Diablo:

Quizás jamás haya esperado esta carta; quizás nunca recibió una salutación; y es posible, ¿por qué no?, que tras106 años de vida, esté algo hambriento de afecto. Pero… ¿Quién se anima a escribirle al Diablo? “M’ hijo…con esas cosas no se joroban, eh”, alerta la abuela, que me escuchó. Aunque ya estoy tipeando. Y dudo que atreva a mutilar mis ansias de gratitud, sin importar que alguno me acuse de hereje. Hoy es el día, sí. 3 mil partidos (G: 1338- E: 834- P: 827). 3 mil excusas –perfectas– para ser feliz. Sé que le
provocan aversión estas cosas. Y sé, también, que le molesta el palabrerío. Porque, claro, usted Diablo sólo exige a cambio: lealtad, canticos y aliento permanentes. Y no, confesiones de escritorio como estas.

Ahora bien, si ya llegó a leerme hasta aquí, asumo el rol de portavoz del sentimiento rojo. ¿Está mal? Es posible, aunque, en realidad, peor sería quemarse las pestañas ojeando más de 5 millones de envíos ¿o no? El homenaje, entonces, parte desde esa inmensa caravana de fieles. Esos que a cada latido, en cada momento, sienten, deliran y se enamoran aún más de usted. Esos que se escapan de sus casas, tiran al tacho los planes familiares, sólo para perseguirlo, como nómades sin destino, en sus largas giras coperas.
Esos jóvenes que, con suerte, apenas habrán visto 800 presentaciones suyas. Esos, que al cabo, el miércoles aportarán su llamita para incinerar al Goiás.

No hay ciencia que pueda explicar la fórmula de esta pasión. Las campañas (y las administraciones) son cada vez más chatas. Pero la masa de hinchas, quien sabe por qué, leva y leva sin parar. Y cuando el Diablo entra a la cancha, con su piel roja o camuflado de blanco o azul, nuestros corazones se encienden, de repente. Parecen miles de fósforos que se incineran y consumen, veloz y mágicamente. Dudo que el peso de la razón mengue tanto fuego. Existe un pacto. El fuego, la sangre y el alma rubrican nuestro amor eterno. Y como suele pasar, la mística, esa que seduce copas, ya se palpa, tiene pasado y presente, por más que aún falte un
poquito para la gran final.

Pienso y elijo –caprichosamente– instantes en lo que usted Diablo, tildó a los tiempos y raptó a los asombros. Apenas mis neuronas aceitan un poco la sinapsis, los más “antiguos” (viejos, son los trapos) se adelantan y me soplan: “Flaco, tenés que recordar relámpago que provocó De La Mata. Ese bigotón hizo Capote en el Monumental en el 39. Decime: ¿Quién se limpia cinco tipos ahora?”. Y sí, las pupilas maltratadas de los abuelos difícilmente olvidan detalles… Más acá en el tiempo, se me acercan unos sesentones, y me reclaman, altaneros.” Si no citás, los tres penales de Tarabini en el Metro 70 y el Cordobazo del 78, no sabés
nada de fútbol. Independiente, es hazañas, epopeyas ¿Qué otra cosa, sino?”

Mientras, un hombre que acaricia los 90, susurra: “Y eso que este no lo vio a Erico tirarla afuera adrede para llevarse la torta de plata que ponía los cigarros 43”. (8- 2 del 38 contra Lanús) Mi viejo –entiéndalo señor Diablo– interviene excitado y dice: “Trossero metió el zurdazo que siempre soñamos. Prohibido Olvidar. Golazo, campeonato y Racing a la B”. (2- 0 del 11/12/83) Y se oye, de repente, la voz gruesa del tío Néstor. “¡Ay, sobrino! Cuando Bocha se la empaló a Wirtz… Sí, ese fue el orgasmo más placentero”. (30/11/86) Y otra vez, la abuela, confundida, interrumpe: “M’ hijo, con Mandinga no se jode”. “Este Diablo es bueno,
abu”, le respondo… ¿Cómo explicarle?

Ya me fastidio un poco. Opinan, todos. Analizan, todos. Y al final, la nota está hecha de puro antaño. Yo, desde mis 21 años, no olvido la tarde a pleno Febo, de la final del 94 (4-0 a Huracán); o el chumbazo de mitad de cancha de Caldera, que algún dios hizo bajar de los cielos, para humillar a Oscar Córdoba. Aún sonrío con la diablura de Mazzoni, que encantó el gélido bosque. Y respiro, una y otra vez, al ver a San Lucas conquistando las alturas. Todavía sueño con esa cintura indescifrable de un poseído Kun Agüero, ante una sin brújula de Crosa. Y no descuido, jamás, aquel domingo en el que Lucas Molina (Q.E.P.D) se atajó todo en La
Bombonera (0- 0 en el 2003). Hay más momentos, claro.

Nos emocionamos (¿quién no?) cuando el Negro Jairo Castillo se levantó la camiseta y dejó ver la inscripción: “Gracias Pato”. Lloramos todos, no sé usted, junto con el Kun, en el frio anochecer de Bahia Blanca. Hipotecamos nuestras gargantas, de a miles, hasta la disfonía, ante Gimnasia de Jujuy: “Olé, Ola…De la Visera no me olvido nunca más…”. Se nos piantó un lagrimón de nostalgia al pisar la nueva casa. Y hay más… Pero se me acaba la tinta, sepa disculparme. Y encima, la abuela ya se desató a los gritos: ¡Nene, ¿Me escuchaste lo que te dije??!

Atte. El Hincha.

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