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Temple de acero

Sin lugar a dudas, el artífice de este final feliz de Independiente y de este ascenso a Primera División es todo obra del director técnico Omar De Felippe. El ex combatiente de Malvinas, fiel a su estilo, se quedó hasta el final y fue determinante para que se cumpla el objetivo.

Agarró el equipo con 2 puntos sobre 12, en puestos de descenso a la Primera B Metropolitana. Un equipo con futbolistas que venían de no poder mantener al club en Primera División, y otros que venían para ascender y no mostraban condiciones. Y les sacó jugó. Los motivó, los potenció, los hizo mas de lo que eran y mas de lo que son. Todo eso hizo Omar De Felippe.

Luego de esas cuatro primeras fechas fatídicas, Omar agarró el timón y logró muy buenos resultados, muy rápidamente. Luego de un empate sin goles ante Independiente Rivadavia, logró el primer triunfo en la categoría ante Huracán -si, justo Huracán-, empató en un partidazo ante Banfield -en el cual el Rojo mostró carácter y mereció ganar- y, a partir de ahí, fue todo en levantada. Sólo una derrota por la mínima en Casanova frente a Almirante Brown en todo el resto de la primera rueda. Con un equipo totalmente distinto, que buscaba defenderse con la pelota, ser sólido atrás y ganar. Y lo logró: con una racha de trece partidos sin perder, el Rojo llegó a fin de año a la tercera posición de ascenso.

Luego, algo pasó: o los jugadores bajaron rendimiento, o el entrenador perdió el rumbo, o la crisis del club generó una crisis futbolística. Seguramente, fue un poco de todo. En ese desorden, De Felippe también flaqueó. Perdió el equipo. No encontraba manera de volver a levantar a los jugadores. Parecía que todo de derrumbaba.

Pero, cuando menos se esperaba, el Rojo revivió. Logró triunfos inesperados y llegó a la última fecha dependiendo de si mismo. El desahogo se postergó una fecha y se tuvo que dar en un desempate con el Globo, pero llegó. Y aquí, quedó totalmente evidenciado que Omar algo tuvo que ver: es verdad que los futbolistas son los que juegan y le terminaron dando la derecha a él y lo defendieron dentro de la cancha, pero el supo volver a armar al equipo. Quizás este plantel golpeado tenía mucho para dar. O mucha sed de revancha personal. Pero fue el técnico quién logró sacar todo eso de ellos. Esa motivación fue clave.

Con sus errores y virtudes -muchas, muchísimas mas virtudes que errores- De Felippe logró el ascenso. Los números dirán que, sin contar el desempate ante Huracán, Omar De Felippe cosechó el 57 por ciento de los puntos posibles: fueron 65 sobre 114 en juego. 17 triunfos, 14 igualdades y 7 caídas en 38 encuentros disputados. Con el triunfo vs Huracán, llegó a 58,1 por ciento de efectividad. Pero, mas allá de lo estadístico, De Felippe es héroe porque logró lo que nadie pensaba. Resultados, calma y éxitos en medio de un tornado. Demostró ser el mejor capitán para este Titanic. Con su temple de acero.

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