Se cumple una década del día más oscuro en Independiente a nivel deportivo. Que los perdone dios, el diablo no lo hará.
Independiente es sinónimo de grandeza, siendo el Rey de Copas, el orgullo de América y el mundo, el cual en su riquísima historia tiene títulos y varias proezas, pero las malas gestiones administrativas que presentó en los últimos 30 años lo llevaron a un desenlace fatal, en el que un 15 de junio lo vio irse de la categoría que jamás tendría que haber abandonado.
El periplo fue corto, teniendo solo un año de esta pesadilla, pero al Rey de Copas lo lastimaron e hicieron agonizar durante años, llegando el desenlace en aquella fatídica jornada en Avellaneda. Lo lastimaron con incapacidad, mala gestión, mentiras al socio, soberbia y una falta total de compromiso por defender los intereses del club, ese de más de 5 millones de hinchas que lo aman y nunca imaginaron en esa realidad a la institución que se forjó en una vida de grandeza.
Estos dirigentes hundieron al más grande, llevándolo a su peor pesadilla y siendo la antítesis de los Pedro Iso, José Epelboim, Carlos Radrizzani y otros tantos directivos que lo llevaron a la gloria; con trabajo, seriedad y dedicación. El único consuelo es que estos villanos no podrán caminar por Avellaneda nunca más, teniendo seguramente satisfactorias vidas, pero con el vacío de no poder moverse libremente ante la condena popular.
Es una fecha magra, difícil de recordar y dolorosa, pero el fanático debe hacerlo, siendo un compromiso de todos para así saber a donde no queremos volver y quienes no deben representarnos nunca más. Hoy en el club se viven aires de renovación, en el que, con una nueva dirigencia, que llegó hace 8 meses, tendrán la ardua labor de encauzar al club, para volver a recordar fechas felices y dejar atrás el dolor. Eso sí, a los del pasado que los perdone dios, el diablo no lo hará.