La estampa de emoción que arrojó el fulgor entre los jugadores y los hinchas que se acercaron al hotel donde se alojaba el primer equipo de Independiente será una huella que quedará grabada por quienes asistieron a la misa del sábado en caravana con el micro que llevó al plantel.
Mientras algunos marcharon desde Capital, otros se fueron sumando por Hipólito Yrigoyen, en un recorrido que se cubrió de magia, pasión y esa mística que arroja Independiente a cada paso. Porque el sábado, cada jugador y cada hincha se comulgó en un solo cuerpo, en una misma alma y en un único corazón.
Porque cada hincha que asistió al Florencio Solá, como otros millones que no lo pudieron hacer por causas justas, interpretaron el rol del momento a la perfección. Cada fanático aportó lo que el equipo necesitaba: la pasión y el aliento.
Cada jugador demostró que con ese plus se puede dar un poco más de lo que marca el límite del esfuerzo. En un momento donde las derrotas calaron hondo y las dudas se acrecentaron en forma de fantasmas, la unión entre hinchas y jugadores fagocitó cada incertidumbre y devolvió la esperanza. El orgullo se cicatrizó y el corazón entendió que es el motor principal para seguir adelante.
Independiente volvió a ser Independiente. Se consolidó como candidato con un triunfo memorable. Aunque todavía, algunos periodistas y gente ligada al fútbol, sigan pecando de ponzoñosos ante un equipo que da el máximo aun en las adversidades. Todos hablan de suerte, pero nadie hace hincapié a los méritos propios de un entrenador como Américo Gallego, algunas cuestiones al margen, que sabe dónde apuntar para pelear campeonatos.
Señores, el compromiso es con la causa de ser campeones. Así lo debemos entender los hinchas. Así lo deberán entender los jugadores, porque de ellos depende. Pero también, en gran parte, depende de nosotros. Se puede jugar mejor, es cierto. Se puede aspirar a más, es verdad. Pero lo que nadie puede negar es la inmensa felicidad que genera ver ganar al “Rojo”, abrir el diario y verlo mirar a todos desde arriba. Con nuestro apoyo, ellos se brindarán como ante Banfield.
Es el momento donde los hinchas tienen que demostrar su sostén incondicional. Porque quedó demostrado el sábado. Al salir del hotel y al partir de la cancha. Donde cada puño apretado fue una caricia para el jugador. Cada grito de aliento fue un plus para un plantel que se bancó varios sinsabores.
El sábado próximo, otra vez, habrá que rasparse la garganta para subir otro escalón y, todos juntos, revolear la roja al viento. Porque cuando hay unión, hay predisposición. En el fútbol como en la vida. El sábado, vamos por más. “…Porque los jugadores, me van a demostrar, que salen a ganar, que quieren salir campeón, que lo llevan adentro, como lo llevo yo…”.
