Más allá de que el Rojo no ganaba en el Florencio Sola desde el 16 de agosto de 2003, casi siete años atrás, los de Américo Rubén Gallego se vengaron de la derrota en el Apertura y le quitaron el invicto a Banfield como local.
Todavía duele esa derrota ante el Taladro en aquella fatídica noche en el Libertadores de América. Duele por habernos cortado la ilusión y porque fue la primera en el renovado estadio. Sin embargo, como bien se sabe, todas las heridas terminando cerrando y esta tarde/noche en el sur de Buenos Aires comenzó a cicatrizar.
La última victoria de Independiente en cancha de Banfield había sido allá por el 2003 con un cabezazo de Emiliano Dudar solitario pero efectivo. Estos números se sumaban a que en la última visita el Rojo había caído estrepitosamente por 5-0, en lo que fue una de las mayores goleadas que le propinó el conjunto ahora dirigido por Falcioni.
Además, había que tener en cuenta que el Taladro estaba invicto como local y en sus filas presentaba todo su potencial. O sea, Falcioni decidió poner a todos sus titulares incluso sabiendo que el miércoles juega por Copa Libertadores.
Ante este panorama, sumado a la actualidad del conjunto de Gallego que llegaba con dos derrotas consecutivas, la cuestión pintaba complicada. Sin embargo, el Tolo dejó que sus jugadores hicieran el fútbol de las primeras fechas (sólo durante el primer tiempo, luego metió cambios un tanto inexplicables que retrasaron al equipo) y lograran el objetivo primordial, el más buscado… el triunfo que lo haga escalar a la cima del Clausura 2010, por lo menos hasta el lunes.
Claro está que el objetivo máximo trajo consigo un par de rachas cortadas. Se volvió a ganar tras siete años en el Florencio Sola, se le quitó a Banfield la ilusión y el invicto como local y, por sobre todas las cosas, Independiente fue capaz de enterrar los fantasmas y seguir peleando palmo a palmo por el título.
