El delantero no pudo anotar desde que llegó a Independiente y lleva 790 minutos de sequía. Contra Argentinos falló chances claras, incluido un penal, pero fue clave en el triunfo por 2-1.
El nueve vive del gol. Es una verdad irrefutable del fútbol mundial. Bueno, hasta ahora. Porque en Independiente hay un centrodelantero que, contra su voluntad y sin proponérselo, pone en duda esa aseveración que nadie se atreve a contradecir. ¿Puede un goleador de raza no hacer goles e igualmente ser importante para el equipo? Gabriel Ávalos responde que sí, puede.
No existe duda alguna que si le preguntaran al atacante paraguayo de 33 años dirá que prefiere mil veces haber podido convertir ya con la camiseta de su nuevo club, que lo pagó un par de millones de dólares en el último mercado de pases. Pero la realidad le está devolviendo otra cara, una que seguramente no se imaginó ni siendo demasiado pesimista.
No la puede meter. Y no hay caso. Hasta el partido de este sábado ante Argentinos Juniors no entraba en discusión su sequía ya que venía siendo una falencia más del equipo que una cuestión individual. Ávalos no contó con numerosas chance de gol dentro del área en las siete fechas anteriores. Sus compañeros apenas lo habían centrado un par de veces. Y otras, él mismo se creó las poquitas situaciones que tuvo, mayormente con remates desde afuera o desde la puerta del área grande.
Pero contra el Bicho el cantar fue otro. Al guaraní se le presentaron oportunidades netas de gol. Las más netas que haya tenido hasta el momento. Una buena lectura de Lucas González limpió la pelota hacia la izquierda para Federico Mancuello, que mandó un centro preciso hacia la cabeza de Ávalos. El delantero cabeceó fuerte pero al medio. Diego Rodríguez reaccionó a puro reflejo y dio rebote. El balón le volvió a Ávalos, que no logró cabecear bien de nuevo. Todo dentro del área chica y sin marca.
Ya va a tener otra, pensaron todos. Y vaya que tuvo otra, mejor aún. Una chance de pegarle desde los once metros, solamente con el arquero rival enfrente. El ¿penal? que él mismo fabricó le dio revancha en el segundo tiempo. Ahora sí, se terminará la malaria. ¡No! Ávalos buscó clavarla en el ángulo en vez de elegir un disparo potente y esa pelota voló demasiado alto y desviado.
Todos, incluido el propio protagonista, se agarraron la cabeza. Nadie podía creer lo que le estaba pasando. No era normal. No es normal. ¿Falta de confianza? ¿Mala suerte? ¿Un gualicho? ¿Está “meado”, como repetían periodistas e hinchas en la Bochini baja? ¿O todo eso junto?
Lo cierto es que por primera vez en ocho fechas, el nueve del Rojo contó con situaciones demasiado claras, algo que escaseaba, y aun así no logró cortar la racha negra en la red. Inmediatamente llegó el respaldo desde el banco y también de sus compañeros dentro del campo para que no se desanime. Lejos de hundirse, Ávalos siguió enfocado, algo nada sencillo en su situación.
Minutos después, su participación resultó clave en el triunfo de Independiente. No marcó, pero hizo marcar a su compañero de dupla, Ignacio Maestro Puch. El ‘9’ bajó con el muslo otro envío de Mancuello y le sirvió el gol al tucumano al cortinarlo. Aguantó al central con su físico y le dejó el panorama libre a Maestro Puch para que fusile al Ruso Rodríguez.
En las estadísticas se le contará el tanto a Maestro Puch, pero la mitad fue de Ávalos, que hizo el trabajo sucio para limpiarle el terreno. No es ni más ni menos que lo que viene haciendo partido tras partido: jugando para el equipo antes que para su cuenta personal, generando más juego que buscando saciar su sed.
No se trata de romantizar la falta de gol. El nueve de área, a la larga o a la corta, necesita convertir. Se trata de remarcar que, pese a no concretar, un nueve puede igualmente tener peso ofensivo y ser productivo para su equipo. Está claro que todos, incluido Carlos Tevez, preferirían que Ávalos sea el goleador de la competencia. Pero el guaraní demuestra que es de temer aun en este estado de negación ante el arco de enfrente (acumula 790 minutos sin mojar).
Sus compañeros deberán darle más de lo que él les viene dando. Y él deberá aprovechar las chances que se le presentan. De igual modo, su labor, colaborando en la presión, persiguiendo rivales, generando espacios, arrastrando marcas y hasta asistiendo, lo vuelve una pieza clave del once titular que no debe faltar.
Sí, Ávalos es el nueve que vive sin el gol.
