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Saltita González, de los puntos altos ante River. Foto: ph.arita

Colectivamente superior

Saltita González, de los puntos altos ante River. Foto: ph.arita

Independiente jugó como equipo y con esa fórmula fue más y mereció más que el River de las individualidades. Los de Tevez se juntaron para dar pases cortos, precisos y hacia adelante cuando tenían la pelota y se reagruparon rápido para recuperarla cuando la perdían. Faltó profundidad.

Los pronósticos no eran alentadores. Porque River siempre fue la bestia negra. Porque hace años que Independiente no puede ganarle. Porque los antecedentes reciente, para colmo, había exhibido una superioridad muy notoria. Porque, a su vez, River tiene el mejor plantel del fútbol argentino: su banco de suplentes podría ser la formación titular de cualquier equipo de Primera, incluidos los otros grandes. Y, encima, por la guerra librada con la AFA, o algunos de sus miembros, en las horas previas al clásico.

Sin embargo, el Rojo de Carlos Tevez se le paró de manos al sistema y se animó a ir contra la corriente para demostrar que futbolísticamente tiene las herramientas para doblegar a cualquiera cuando se lo propone, siempre y cuando las decisiones arbitrales no le pongan el freno de mano.

Y lo hizo de la única manera en que se le puede jugar de igual a igual a este River de jerarquías individuales irrefutables: con juego colectivo. Fue superior Independiente en su conjunto en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini.

Tevez metió mano una vez más en la alineación inicial. Cinco cambios hizo con respecto al empate con Barracas Central para readiagramar a su Diablo en un 5-3-2, con la sorpresiva inclusión de Adrián Spörle de entrada en el carril izquierdo. Su presencia resultó sorpresiva en la previa porque nadie lo tenía en carpeta y también fue sorpresiva en el partido por su muy buen rendimiento, marcando y jugando, otorgando siempre una salida limpia por su sector.

Los jugadores de Independiente se apegaron al plan de Carlitos a la perfección. Cumplieron al pie de la letra con la presión alta, la veloz recuperación tras pérdida, la idea de juntarse en bloques para progresar con sucesión de toques y la intención clara de que el rival tuviera la pelota el menor tiempo posible en su poder porque, se sabe, que si a River le das espacios para jugar, puede ocurrir lo que ocurrió con Borja.

Un par de errores tuvo el dueño de casa en una primera parte casi perfecta. Apenas dos veces le dieron un par de metros al goleador colombiano. Y en el primer remate al arco, desvío mediante en Felipe Aguilar, la mandó a guardar. Una injusticia tan grande como el estadio, pero el fútbol es así. River está fallando como equipo, aunque tiene individualidades en todas sus líneas y principalmente en ofensiva que pueden rescatarlo con un par de maniobras. A falta de fluidez, bienvenido sea la jerarquía personal, dice Martín Demichelis.

Pareció tener unos minutos de mejora el visitante tras el gol de Borja, que está en estado de gracia. De hecho, en ese escueto lapso tuvo la chance de hacer el segundo en un mano a mano que tapó con un rápido achique Rodrigo Rey. Pero Independiente no se abrumó. Desde el banco aportaron calma. “Hay que seguir como estábamos”, fue la orden. Y el Diablo hizo caso.

Se apegó a ese libreto inicial. Y en seguida volvió a maniatar a los de Núñez, que se vieron atosigados como pocas veces en el último tiempo (el segundo tiempo en Córdoba ante Talleres tampoco la pasó nada bien). Juntar sus líneas, dar pases cortos y precisos, arriesgar en el uno contra uno, Independiente ganaba en sus apuestas colectivas. No obstante, le costaba lograr profundidad para transferir esa intensidad de dominio a acciones de peligro ante Franco Armani.

Independiente podía perder la pelota, pero ante cada pérdida, dos o tres hombres de rojo iban a comer rivales como pacmans voraces. Y lograban su cometido de volver a tener el balón. Leyó bien por dónde estaría el talón de Aquiles de la formación que presentó River este sábado, el Apache. Esequiel Barco como interior izquierdo nunca se sintió cómodo. Se le dificulta el retroceso para la marca, no lo siente. Y a sus espaldas trabajó Saltita González ayudado por la bajada de Matías Giménez, de sacrificada labor.

Por esa zona, por caso, vino el empate. ¡Empatazo! Una de las mejores jugadas del Rojo en el campeonato y en la era Tevez. Joaquín Laso pasó la mitad de la cancha y lo vio a Giménez salir del área para desmarcarse y ocupar un espacio fértil en la zona de la medialuna, automáticamente, Mauricio Isla se desprendió por la derecha como un wing de antaño y allí fue el toque de primera. El chileno también dio el pase al medio de primera para que Gabriel Ávalos anticipara a González Pírez y, de primera, se sacara toda la mufa ante la red.

Toques, precisión, desmarques, movilidad. El ideal del juego colectivo. Claro que eso no es lo que Independiente hizo en los 90 minutos, caso contrario otra hubiera sido la suerte en el marcador. Pero sí lo aplicó en varios tramos para minimizar a un River que no tuvo respuesta más que el zapatazo de Borja en los 45 minutos de arranque.

Distinto fue el complemento. La paridad se instaló sobre el césped. Independiente reguló la energía. Y River, con el ingreso de Solari por la derecha, creció. Pasó a disponer de la tenencia, aunque tampoco pudo arrollar a un bien plantado Rey de Copas. Tevez volvió a leer bien lo que sucedía en el terreno y recalculó con los cambios para armar un 4-4-2, con Gabriel Neves por al derecha, Tata Martínez en el doble cinco con Marcone, Alex Luna por la izquierda y Saltita con Ávalos de dupla ofensiva.

Niveló nuevamente la balanza del encuentro. Y se empezó a aproximar al área de Armani otra vez para alejar a River de la de Rey. Y en el final… González Pírez lo bajó al paraguayo en el área, pero Arasa no cobró el evidente penal. Desde el VAR avalaron su decisión, a pesar de que el defensor visitante no llegó a tocar la pelota y sí tocó la pierna del delantero, desestabilizándolo.

Nuevo error arbitral contra Independiente al margen, Tevez pudo irse tranquilo. Sus muchachos hicieron lo que tenían que hacer en el campo. El Rojo jugó como equipo y con esa fórmula fue más y mereció más que el River de las individualidades.

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