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Duendes de Copa

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Cuando dentro de 40 años los abuelos les cuenten a sus nietos esta nueva edición de la fábula copera del Rojo, podrán empezar contando que, aquella noche ante Defensor, Independiente arrancó con todo, enchufado y voraz. Fue entonces que, ante ese inicio, los Duendes de Copa imaginaron una noche tranquila y sin trabajo.

Sin embargo, a los 11 minutos la siesta del Avispa y Tuzzio los despertó, urgente: tenían trabajo por hacer. Y mucho: se necesitaban tres goles, algo que este equipo no había logrado todavía en el segundo semestre del año. Presurosos, dos minutos después los Duendes llegaban al Libertadores de América para
despertar al capitán rojo primero en su gran asistencia a Silvera y casi al instante a 30 mil hinchas aún groggys por el mazazo uruguayo.

Tan diligentes y expeditivos estaban los Duendes de Copa que cuatro minutos después se posaron sobre Fredes: así, el volante recibió de Tuzzio y con gran iniciativa decidió encarar para resolver con un preciso y fortísimo zurdazo. 2-1.

Todavía faltaba. Fue así que casi todos los Duendes decidieron ir con el Pato Rodriguez, quien endiablado como pocas veces, encaró como el wing más avezado para concebir su jugada Premium (el freno y el enganche van derecho al Salón de la Fama). Pero fue vital que un Duende se quedara con Cabrera, logrando algo poco usual pero muy efectivo: la llegada de un volante al área, tocando al gol. Misión cumplida, pensaron todos (jugadores, hinchas, Duendes), ilusos. El balde de agua más fría empapó a toda Avellaneda con un zapatazo de más de 25 metros. ¿Entonces? Más trabajo para los Duendes de Copa.

Ante todo, pensaron en trabajar sobre el arquero rojo. Y así fue que hicieron más gigante (aún) a Hilario, clave con intervenciones decisivas.

Mohamed empezó a buscarle la vuelta con sus cambios, ofensivos y obligados: el
tobillo de Godoy no quiso más y Fredes debió quedar como único volante central. El físico del Pato también dijo basta, por lo que el Turco decidió reemplazarlo por Nico Martínez, pero un Duende le sugirió al DT el cambio de lado: Gómez a encarar a la izquierda, Nico por el otro lado.

El mendocino armó su jugadón, previa exquisita habilitación de un enorme Silvera con ojos en la nuca. Gómez envió el centro perfecto y los Duendes de Copa elevaron al más chiquito de todos: Nico Martínez le cambió el palo al bueno de Silva para el 4-2 de fábula. Hubo que sufrir más, claro está. Pero estaban la mística e Hilario.

Los Duendes de Copa lo habían hecho otra vez. Y colorín colorado (obvio), esta Copa no se ha terminado. Ni mucho menos.

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