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Hombres de honor

independiente

“Ya está, terminó, vamos carajo, gracias Dios, gracias Rojo querido, gracias”. Está frase, palabras más palabra menos, se habrá escuchado en cada rincón donde habitase un hincha de Independiente. Sí, la punta es toda roja y los ojos vuelven a emocionarse, mientras se cierran y sueñan con esa vuelta tan deseada desde hace ocho años. No jugamos como queremos, pero estamos donde lo deseamos. Con el sacrificio como bandera y un arquero que es un cimiento importante en los últimos partidos, más algunas cuotas de buen fútbol y la sapiencia de Andrés Silvera. Hay que mejorar, claro, pero quién te quita la ilusión.

Y este Rojo cada día se convierte más en hombre, como lo explica Américo Gallego. Porque Independiente debió jugar contra un rival, Chacarita, y una pena en el alma, la lesión de Busse (FUERZA WALTER). No es nada fácil. Sin embargo, con poco fútbol y mucho temple, el Rojo volvió a romper las gargantas de sus fieles, a hipnotizar esos corazones sedientos de gloria, de campeonato. De a poco, sí, pero con la cabeza bañada de ilusión. Lo pudo empatar, lo pudo ganar con holgura, lo terminó sufriendo.

Lo cierto es que se siguen ganando partidos de campeonato, aunque la preocupación por los soldados perdidos también es un factor a superar. Pero está claro, este equipo se repone a todo, ya no es ese Independiente tibio, que insinuaba más de lo que podía dar. Se nota en cada jugador, actuaciones buenas o malas al margen, que no se guardan nada a la hora de poner la pierna y dejar todo por ese deseo que guardan desde el comienzo de la pretemporada en Salta.

¿Qué falta? Volumen de juego, sobre todas las cosas. Ser más regular en cuanto a la producción futbolística en sí. Falta que Walter Acevedo vuelva a ser el eje absoluto del mediocampo, que Hernán Fredes termine por acoplarse a un conjunto que, con un poquito más de aceite en los engranajes, terminará por convertirse en un gran equipo. Hay arquero, porque Adrián Gabbarini es un hombre que puede ganar partidos: más allá de algunos errores de cálculo al salir, debajo de los tres palos es inobjetable, como así también a la hora de achicar en los mano a mano.

Y hay un patrón, un faro, una referencia que no deja de emocionar. Se llama Andrés Silvera, y a pesar de que a veces le cueste arrancar, siempre exige al rival. Porque el Cuqui va a todas, asiste, juega, busca su gol, se sacrifica por un equipo que lo necesita. El mérito es también del entrenador. Porque el Tolo formó un equipo con pasta, con cimientos firmes y concientizó a los jugadores que lograr el título no es utópico. Sí, falta mucho, pero quedó demostrado que este equipo no le teme a nada.

El final del partido en La Paternal terminó por desatar ese gran nudo que había en  el estómago, el cual, de pronto, terminó por transformarse en un carretel de ilusión. Así, puntada a puntada, hay que perfeccionarse. Porque este equipo está para dar más y los hinchas, esos mismo que hoy desatan esa locura propia de la pasión, saben que algo bueno puede pasar. El próximo domingo, el Libertadores de América volverá a vestirse de fiesta, como en las mejores momentos de su antecesor, palpando que esa noche otra vez, miles y millones de gargantas rojas, van a desgarrarse de alegría. “… Dale Ro, te vinimos a ver, te llevamos en el corazón, te queremos ver CAMPEÓN…”

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