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Después de su gol, Lanús le regaló a Independiente la pelota, pero el equipo de Avellaneda no supo qué hacer con ella. Se animó tarde el Rojo de Falcioni, llegó al empate y se conformó con sumar un punto fuera de casa.

Ideas se buscan

Después de su gol, Lanús le regaló a Independiente la pelota, pero el equipo de Avellaneda no supo qué hacer con ella. Se animó tarde el Rojo de Falcioni, llegó al empate y se conformó con sumar un punto fuera de casa.

Después de su gol, Lanús le regaló a Independiente la pelota, pero el equipo de Avellaneda no supo qué hacer con ella. Se animó tarde el Rojo de Falcioni, llegó al empate y se conformó con sumar un punto fuera de casa.

Veinte minutos tardó Lanús y José Sand en llegar con certeza al arco de Milton Alvarez y romper con el cero en la tarde de La Fortaleza. Desde ahí en adelante, Lanús cambió de postura y le cedió la pelota con moño y todo a Independiente. Lo que no le cedió el equipo de Frank Darío Kudelka al de Julio Cesar Falcioni fue el control del partido. Es que sin tener la posesión, el local siguió maniatando a un rival que con el balón no supo nunca bien qué hacer. En el Rojo del Emperador, ideas se buscan.

El empate 1-1 final se da por la insistencia y una búsqueda a los ponchazos que a la larga surtió efecto. Tanto va el cántaro a la fuente… Sin embargo, el equipo visitante contó con un extenso período de tiempo disponible para poder doblegar al contrincante, aunque no se le cayó ninguna elaboración de la cabeza para plasmarla en el campo de juego.

Tardó demasiado Falcioni en romper con un doble cinco que carecía de funcionalidad alguna. Porque Alan Soñora siguió jugando al lado de Lucas Romero por un segmento prolongado incluso después del tanto del Pepe Sand. Lanús se replegó automáticamente e invitó a Independiente a que osara atacarlo. “A ver si encontrás algún espacio para meterte”, fue el desafío implícito en la manera de rediagramarse del Granate luego del 1-0.

Como si Kudelka supiera que este Rojo tiene acéfalo su departamento de creación. Soñora era el más activo. Todas las pelotas en el medio pasaban por él. Pero el pibe, que es quien siempre puede aportar algo de claridad cuando la vista general se empaña, estaba muy lejos del área de enfrente. Y así se hacía muy complicado contar con pases filtrados o entre líneas para la dupla de los Leandros, Benegas y Fernández.

De hecho, la más peligrosa de la primera parte fue una asistencia de Soñora a Damián Batallini, que el platinado tiró por arriba. No mucho más. Independiente se diluía en pases laterales tratando de mover a los futbolistas rivales de un lado al otro. No había caso alguno. Para colmo, Tomás Pozzo tuvo una actuación regular cuando se espera de él el desequilibrio de siempre. Y ante este escenario de pobreza futbolística, su bajón repercute y se siente.

Los laterales no hicieron diferencias por sus bandas. Y ante la falta de recursos por abajo, se recurrió en varias ocasiones a saltar las líneas con pelotazos de Juan Manuel Insaurralde para ver si se podía aprovechar la espelda de los laterales adversarios.

El ingreso de Gabriel Hachen, faltando 22 minutos para el final, por Lucas Rodríguez, era lo que necesitaba el Diablo. Entró bien, aportando el cambio de ritmo necesario. Rompió esquemas. Se desarmó la línea de cuatro defensores y el visitante apretó de manera seria y decidida por primera vez en la tarde-noche del Sur. Así y todo, se le hizo difícil general chances.

Hasta que llegó el empate por esos dos cabezazos en el área y la cuota goleadora de Benegas, que sigue cumpliendo con su deber dentro del área de enfrente. No más que eso porque al entrenador le conformó el punto y prefirió atesorar eso antes que apostar por aprovecharse de un Lanús que por primera vez se veía doblegado y superado en la cancha.

El DT consideró que en esta etapa es primordial sumar de visitante antes que arriesgar a irse con las manos vacías. Por eso en el puñado de minutos finales optó por sacar a Benegas y meter a Elizalde en la defensa. ¿Está bien; está mal? Un triunfo de local el miércoles con Huracán podría darle otro sabor a una igualdad que a priori no conforma a nadie más que al técnico.

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