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La reconquista de América

saludos

Para cualquier periodista, nunca es bueno aflojar las riendas, y menos por antipatías personales. La noticia, el análisis, la investigación y el comentario son las patas de un caballo que galopa hacia un único destino: la verdad. Pero, claro, muchas veces existen jinetes, los malintencionados de siempre, que cabalgan hacia el peor terreno: el de subestimar y descalificar. Y a Independiente, este orgulloso y aguerrido Independiente, lo critican con justicia, por su recurrente falta de juego; y le caen con saña, por saber aprovechar las manos de los dos mejores arqueros del país: y exprimir al máximo su sempiterna mística. ¡Insólito!

Así y todo, ya no hay tiempo para la coyuntura. Porque el sueño de Independiente, ese que desvela a cuatro millones de almas, aterriza en Quito. Allí, por las semis de la Sudamericana, como se sabe, la Liga Deportiva Universitaria recibirá al Rojo, a 2.850 metros de altura por sobre el nivel del mar. La cita es el jueves a las 21.30. El Rey avanza en la reconquista de América. La algarabía, en Ecuador, es más alta que la mismísima Quito. Más de 50 mil hinchas coparan “La Casa Blanca”. Y el respeto, también es mucho. Un detalle: en internet, “los albos” se disculpan por haberse hecho llamar Rey de Copas.”Sólo somos el Rey de Copas de Ecuador”, se excusan, ingenuamente.

El Diablo, en las alturas, busca el milagro. Vaya paradoja. Un empate con goles, seduce a todos. Una serie para la historia. Difícil por el rival, el campeón defensor, que hace meses sorprendió a Estudiantes –uno de los mejores de la Argentina– en la final de la Recopa. Difícil por el contexto: Liga hace de su estadio una verdadera coraza; lo inauguró en marzo de 1997 y desde entonces nadie, excepto el anfitrión, dio una vuelta olímpica allí. Difícil por naturaleza: Liga aprovecha el aire de los minutos finales, para asfixiar a los rivales ya ahogados. En Quito, le pasó a Newell’s (1-0) y a Unión San Felipe (6-1). Difícil sí, es cierto. Imposible, no.

Y sí la crisis es hermana gemela de la oportunidad, según los chinos, este Independiente, empantanado y todo, encontró una liana hacia a la copa de la gloria. Y ahí aparecen, entonces, las (pocas) falencias de Liga—el experimentado Ceballos es vulnerable, y la línea de fondo deja huecos para la contra–; emergen, asimismo, las (sucias) artimañas del rival. Intentaron, sin éxito, cambiar la fecha—querían cansar al Rojo bajo el calor sofocante de la tarde del miércoles–, acto seguido, Edgardo Bauza envío un mensaje calmo: “Me interesa más llegar a la final del torneo local que a la de la Sudamericana”.

Y se “atajó” el DT: “Independiente viene descansado, eso influye. Entre Ida y Vuelta, ellos jugaron una vez (vs. Olimpo), mientras nosotros jugamos 4”. Pero, se sabe, si hay copas en la mesa de discusión, ahí están los recuerdos, gratos siempre. Y por lo pronto, Independiente es tutor de los equipos ecuatorianos. Ganó 5, empató 1 y perdió 2. Y en la altura, la estadística también favorece al Rojo: festejó 4; igualó 1 y cayó 3. “No me rompan las bolas con la altura—sentenció Bauza—acá vino Banfield y le hizo 4 al Cuenca y a El Nacional…”.

Sepan disculpar ustedes, no por la transcripción del insulto, sino porque cada vez que veo al Rojo –ese sacrificado tenista de la qualy que guapea siempre– más recuerdo a Gastón Gaudio, ese exquisito jugador copero, que –ante el escepticismo de todos—jugó, guapeó y ganó Roland Garros 04. Alzó la copa, El Gato. Lo dieron por muerto tres veces (al Rojo, también), o más quizás. Nunca murió. Por eso, tras conquistar Paris, a su modo y manera, se burló de los burlones de siempre. “Me siento el peor campeón de la historia”, dijo, mientras, contemplaba la copa, su copa y de nadie más…

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