Martín Benítez mostró una vez más todo su repertorio en ataque y su desfachatez para encarar defensores. Al atrevido delantero le hicieron el penal que permitió igualar el resultado.
Su presencia en la cancha ilusiona a los hinchas. Su rebeldía se gana minuto a minuto más adeptos y elogios. Su verticalidad levanta a cualquiera. Su velocidad y precisión lo encuadran entre esos jugadores distintos que hay que seguir y dejar hacer.
El misionero Benítez se ganó una gran ovación. Es que si bien en el primer tiempo mostró su clase, el suyo fue junto al del equipo un rendimiento desdibujado. Sin embargo, con la mano de Ramón en el complemento el pibe tuvo más socios en los últimos metros – Matías Defederico, Patricio Rodríguez, Facundo Parra y Hernán Fredes – y aprovechó para explotar todos sus recursos.
De esta manera, desbordó cuantas veces quiso y de todas formas al sector izquierdo de la defensa de Tigre y, tras una gran habilitación, repasó entre su memoria el manual del delantero en el capítulo III “Engañar al arquero para que te cometa penal”.
Javier García entró en el juego y Benítez que amagó con llevarse la pelota en velocidad, ni bien sintió el movimiento del arquero dejó caer su cuerpo debido al golpe recibido y, así, construyó el penal que le permitió a Parra igualar el marcador.
Con el paso del tiempo y el marcador a su favor, el Rojo le cedió terreno a Tigre para aprovechar la contra. Benítez, con espacios, enloqueció a los defensores del conjunto de Victoria y recibió todo tipo de golpes, aunque siempre se levantó y continuó encarando.
Un gran partido del pibe, que sobre el final le regaló un desborde con una jugada hermosa en la que dejó atrás a tres defensores del visitante y ganó un tiro de esquina que Pezzotta no dejó tirar porque no había tiempo para más. Perdón, sí había tiempo. Porque la gente se encargó de elogiar y ovacionar al pibe a puro grito. ¿Nace un nuevo ídolo?
