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A pesar de no haber conseguido el triunfo por la injerencia arbitral, el Independiente de Zielinski dejó una imagen diferente a lo que venía mostrando. Puede ser el inicio del camino para un cambio de mentalidad necesaria.

Un renacer desde el orden y la intensidad

A pesar de no haber conseguido el triunfo por la injerencia arbitral, el Independiente de Zielinski dejó una imagen diferente a lo que venía mostrando. Puede ser el inicio del camino para un cambio de mentalidad necesaria.

A pesar de no haber conseguido el triunfo por la injerencia arbitral, el Independiente de Zielinski dejó una imagen diferente a lo que venía mostrando. Puede ser el inicio del camino para un cambio de mentalidad necesaria.

Un clásico es un clásico, dirán, y como tal siempre se trata de un partido aparte. Eso se suele decir y seguramente no se faltará a la verdad. Pero también es cierto que hacía mucho tiempo que Independiente no llegada tan desgastado y de punto a un derby con los vecinos. Diez fechas sin ganar y con el club dado vuelta por la renuncia del presidente en la semana previa. El panorama era más bien sombrío en la previa. Sin embargo, el Rojo, con el debut de Ricardo Zielinski en el banco, estuvo a la altura de la cita y dio indicios de que puede renacer apoyado en dos pilares fundamentales: el orden y la intensidad.

El Ruso tuvo poquísimo tiempo de trabajo. Apenas dos entrenamientos, el del día de su presentación y el del sábado. Casi nada. Así y todo, logró que se vea un cambio de semblante en un equipo que estaba hundido en su propios miedos, dudas e inseguridades. Sobre todo jugando de local, donde parecía pesarle la presión de un público que alienta, pero que también cuando las cosas no salen hace sentir su impaciencia lógica.

De movida no se complicó. Fue a lo seguro, Zielinski. Diagramó un esquema 4-4-2, con dos jugadores con recorrido por los costados y un doble nueve. En el medio, dos hombres más bien de marca. Y una defensa con los laterales que mejor rindieron en esos puestos, dentro de la mediocridad, que son Luciano Gómez y Ayrton Costa.

Y lo que dijo el flamante entrenador en la previa se cumplió. Independiente intentó ir para adelante y tener el protagonismo del clásico. Por momentos le salió y por otros lapsos no tanto ya que enfrente había un Racing que viene trabajando con el mismo DT hace tiempo y tiene las cosas mucho más claras.

La idea del Ruso fue darle continuidad a lo bueno que se había visto en el segundo tiempo en Rosario. Por eso apostó con Cuero por la derecha. Y el colombiano exhibió nuevamente un muy buen despliegue haciendo uso de su potencia y velocidad. Parece haber dejado atrás las lesiones y un físico que no lo ayudaba. Se lo ve más ágil y comprometido.

Fue clave, de hecho, en la jugada que decantó en el golazo de Martín Cauteruccio. Fue Cuero quien se escapó por la derecha con el balón, juntó a dos rivales, los pasó y se la cedió a Matías Giménez para que tirara el pase al medio. El goleador hizo el resto con una definición de excelencia contra un palo. Inatajable.

El Rojo intentaba dañar por los costados ya que del otro lado el que hacía algo similar era el pibe Nicolás Vallejo. Por adentro, Iván Marcone volvió a levantar el nivel y, como contra San Lorenzo, se lo notó metido y empujando desde el círculo central.

Hubo otra postura. Otra actitud. Hubo una intensidad que solamente se había visto a cuentagotas en el breve ciclo de Leandro Stillitano, por caso en unos 25 minutos del primer tiempo contra Instituto. Y no mucho más.

La injerencia del árbitro con su errada determinación de cobrar adentro la falta de Vallejo, cuando el empujón se dio afuera del área, terminó siendo determinante para el resultado final. No obstante, el Diablo mantuvo una enjundia que hacía rato no se visualizaba.

Bien puede tratarse de un renacer después de tanta penuria futbolística. Con poco, se insiste, Zielinski logró que un plantel que no tenía alma, reaccionara, se despojara del miedo escénico y afrontara el clásico como debía. Un principio de camino positivo, independientemente del resultado, que invita a creer que existe una luz a la cual seguir para ir saliendo de un pozo que parecía no tener fondo visible.

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