Independiente no sostuvo la intensidad y presión con la que había arrancado el clásico y sufrió con las pelotas al vacío que supo explotar su rival. Un paso atrás del equipo de Tevez.
Avellaneda no tuvo un dueño sobre el césped del Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini. Racing, más allá de la abultada billetera de Víctor Blanco para armar un plantel con mil y una variantes, no pudo imponerse desde el juego con claridad ante este Independiente de Carlos Tevez que llegaba entonado por dos triunfos al hilo con un mismo once. Pero se lo terminó llevando La Academia porque en una tarde de momentos aprovechó el suyo y marcó la diferencia.
Claro que el análisis es más profundo que estacionarse únicamente en el factor oportunismo. Porque, si bien es cierto que el visitante le sacó jugo a su chance en el partido, lo hizo con una fórmula estudiada para dañar a su vecino en su propia casa: las pelotas al vacío a espaldas de los defensores, ya sea por arriba o por abajo, cruzadas o verticales.
Las sufre el Independiente del Apache. Son bolas de fuego que le cuesta horrores desactivarlas. Desde el primer tiempo, incluso, Racing apeló a esa herramienta con lanzamientos cruzados desde el fondo de Agustín García Basso. Y en el complemento encontró los espacios justos para quedar mano a mano con Rodrigo Rey y no fallar.
Fue una jugada en la que el Rojo estaba volcado en ataque. Tenía el control de la pelota con Mauricio Isla en ese instante. Pero el chileno erró un pase hacia adentro y dejó a todo su equipo a contrapierna. El rival leyó el momento y entendió que debía acelerar: Juanfer Quintero jugó para Bruno Zuculini y este puso el balón por bajo para que Adrián Martínez picara entre Juan Fedorco (no lo siguió) e Iván Marcone (había quedado de último hombre y buscó achicar). Maravilla gambeteó a Rey y definió. El VAR corrigió el offside mal sancionado y convalidó el gol.
Ese fue el momento en el que se quebró la tarde en Avellaneda. Hasta allí, se habían dividido el protagonismo rojos y blanquicelestes. Independiente había comenzado como para comerse vivo a Racing, con presión alta y con un Alex Luna intratable por la izquierda del 4-2-3-1 que diagramó Tevez.
Si bien Carlitos hizo únicamente un cambio obligado por la lesión de Lucas González (jugó Alexis Canelo), el DT rojo varió el dibujo para contener al mediocampo visitante comandado por Juanfer y Almendra. Por eso estableció un doble cinco con Marcone y Gabriel Neves y puso a Federico Mancuello detrás de Gabriel Avalos. Mancu no logró nunca ser la manija del Diablo en ese lugar.
Todo lo bueno que hizo Independiente sucedió desde las intervenciones de Luna. El pibe de Rafaela encaró siempre hacia adelante y generó el poco riesgo del dueño de casa en ese primer tiempo en el que los de Tevez no pudieron sostener la intensidad de los 15 minutos iniciales. Y los de Gustavo Costas supieron resistir primero, para luego ordenarse y ser pacientes para manejar la pelota y encontrar su momento.
Cuando el Rojo lo atosigó, le hizo cometer errores en la salida a su adversario. El problema fue que eso duró apenas un momento en el clásico de los momentos, que Racing aprovechó. Hizo el gol, desnudó la falencia de Independiente y lo desactivó por completo del duelo. No hubo reacción roja tras el golpe de nocaut de Maravilla. Y, con más pelotas al vacío, pudo haber hecho el segundo La Academia.
Los cambios del Apache no cambiaron nada. Rediseñó la estrategia en un 4-3-3, reforzando el ataque con los ingresos de Santiago Toloza, Ignacio Maestro Puch y Matías Giménez. Solo Maestro Puch tuvo alguna chance de cabeza, sin suerte. Poquitos reflejos para un Independiente que dejó ir un clásico que podría haberle encaminado la clasificación en la Copa de la Liga, pero que lo terminó dejando con muchas dudas.
Foto: ph.arita
