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Blanco fácil de críticas despiadadas

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“Las buenas noticias, no son noticia”, reza una de las máximas, indelebles al paso del tiempo, en el mundo periodístico. A modo de introducción, esto serviría para comprender a grosso modo el por qué del destrato, por parte de ciertos medios deportivos, hacia una institución centenaria que, con fondos propios y en plena debacle financiera mundial, encara la construcción casi por completo de un imponente estadio de fútbol.

Antes que nada, hay que aclarar que esta columna no tiene el objeto de victimizar al club y mucho menos a Julio Comparada, quien cometió el error de trazarse plazos que nunca pudo cumplir. El presidente fue, es y será esclavo de sus palabras. Cargará con el ancla de la incredibilidad de muchos socios. Todos recuerdan que prometió el estadio para un año atrás. Todos lo escucharon decir que el partido inaugural se jugaría ante el Milan, de Italia y no contra un combinado de viejas glorias. Comparada estará siempre bajo la lupa. Al menos, hasta que el Rojo vuelva a su casa. Tampoco, estas líneas, tienen la finalidad de demonizar a los medios masivos, de los cuales Independiente siempre supo que en raras ocasiones le rendirán pleitesía. Es una cuestión histórica. Difícil de comprender.

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Ya desde un comienzo el proyecto de la obra de remodelación se trazó en falsa escuadra. Desde varios sectores surgieron distintas peticiones. La más sensata, esgrimida por la oposición, argumentaba que la mítica Doble Visera no podía ser derrumbada. Pues era casi un pedazo de historia viviente. De hecho, más antigua que el Centenario, de Montevideo, construido en 1930 (dos años después que la Visera) y que fuese anfitrión de la final del primer mundial. El ejemplo vale porque la FIFA condecoró a la infraestructura charrúa como “Monumento Histórico del Fútbol Mundial”.

¿Al estadio de Independiente, entonces que pergaminos le caberían? Algunos, bien podrán sostener que en Alsina y Bochini (ex–Cordero) no se jugó una final del Mundial. Otros, recordarán que es el primer estadio de cemento de Sudamérica. O algunos, un poco más sabios, que es la única cancha de toda la Argentina en la que los hinchas se toparon con las tres máximas eminencias del fútbol: Maradona, Pelé y Cruiff. Privilegio que no ostenta ni el Monumental y mucho menos la Bombonera. Privilegio jamás mencionado en los grandes medios de (in)comunicación.

De todos modos, pese al romanticismo de aquella propuesta emitida por la oposición, el Libertadores de América día tras día daba señales de decadencia. Justamente bajo ese argumento, la dirigencia de Independiente, a principios de 2007, encaró con diversas vicisitudes la demolición, primero, y luego, a partir del 11 de noviembre, se dio inicio a la etapa constructora. Desde aquel lunes, en el que 200 hinchas observaron casi atónitos como se colocaban los primeros escalones provenientes de Córdoba, hasta al presente, acontecieron infinidades de problemas en la obra: atraso en los cheques, elevación del coste total de la remodelación -de 10 a 22 millones de dólares-, rescisión de contratos con constructoras, variaciones en los planos del proyecto, paro del campo -con corte de ruta que impidió el paso de los camiones que transportaban los bloques de hormigón-, huelga de obreros, crisis económica mundial, la negativa de Ismael Sosa de emigrar a Rusia, y por demás imponderables.

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Sería inadmisible soslayar los errores y las demoras. Pero tampoco se puede ahondar sólo en deslices, fallas y resbalones como sí se ocupa la mayor parte del periodismo deportivo.
Sorprende. En la agenda mediática, por ejemplo, nadie menciona las demoras en la construcción de la cancha del Pincha. Desconocen los medios locales que, por el crack financiero, Liverpool también postergó la construcción de su nuevo estadio en Stanley Park, a ¡2011! De hecho, pese a recibir subvención estatal, edificará “un cancha  práctica y más barata”, según dijeron sus propietarios ingleses.

En tanto, por estos pagos la noticia nos es que Independiente está a meses de contar con el estadio más moderno de Argentina. “Independiente no paga”, “El Rojo continuará alquilando cancha”, “La constructora en litigio pedirá la quiebra del Rojo”, etc. Frases con connotaciones negativas que no hacen otra cosa que causar impacto y vender mil o dos mil de ejemplares más ese día. Pero otros redoblan la apuesta. Se olvidan de las enseñanzas periodísticas en épocas de estudio. Y, al pasar, dejan entrever interrogantes de qué pasó con la plata de Agüero, Ustari y Denis. Sin embargo, ninguno toma la posta e investiga de lo que supuestamente duda…

Debería ser un acto de celebración. Un acontecimiento que llenara de orgullo. Pues un club que hasta hace escasos meses estaba devastado, de a poco intenta erigirse. Pero, al parecer, cierto periodismo saca rédito con otras cosas. Miserias exacerbadas a límites difusos. Desgracias agigantadas con nulo sustento detrás.

La única certeza que tenemos los independientistas es que, al igual que en estos 103 años de vida, no contaremos con el apoyo de nadie. Los gobiernos continuarán indiferentes; los rivales pondrán más palos en la rueda y determinado periodismo seguirá oscilando entre el negocio y la antipatía que puede que le generemos.

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