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La derrota con River duele más por la imagen que se dejó en cancha que por el resultado en sí. El Independiente no probó a Armani en todo el partido. Hubo falta de rebeldía y una planificación sin éxito.

¿Por qué Independiente no pateó al arco?

La derrota con River duele más por la imagen que se dejó en cancha que por el resultado en sí. El Independiente no probó a Armani en todo el partido. Hubo falta de rebeldía y una planificación sin éxito.

La derrota con River duele más por la imagen que se dejó en cancha que por el resultado en sí. El Independiente no probó a Armani en todo el partido. Hubo falta de rebeldía y una planificación sin éxito.

Independiente duele en sus hinchas, que descubren cada fin de semana que se puede estar peor y más descorazonados. La dura derrota en el Monumental por 2-0 no impacta desde el resultado. El Rojo iba de punto ante este River demoledor que parece no tener rival a su altura, se sabía. Sin embargo, la cuestión que golpea y embronca es el cómo. No tuvo un solo tiro bajo los tres palos en todo el partido el equipo de Ricardo Zielinski. Nada. ¿Por qué no pudo ni arrimarse al área de Franco Armani para intentar un remate siquiera?

Hay causas que tienen que ver con falencias propias de los jugadores, que carecen de una pizca de rebeldía. Y otra cuestión de fondo vinculada más bien a la planificación que se hizo del encuentro. Está claro que Zielinski bajo ningún concepto dio una orden de “no pegarle al arco”. Pero optó por un planteo que terminó haciéndolo sentir muy cómodo al elenco de Martín Demichelis.

Independiente le facilitó las cosas al dueño de casa. Con apenas dos prácticas, el Ruso había encontrado algo de luz en el clásico con Racing con un esquema 4-4-2. No obstante, eligió cambiar y disponer de un 5-2-3 para visitar al líder del torneo. Con cinco ensayos más, el DT entendió que eso era lo mejor para hacerle frente al Millonario, aunque no resultó de esa manera.

Desde su postura inicial, ese 5-2-3 fue más bien un 5-4-1, ya que los extremos, Cuero y Giménez estuvieron más alineados al doble cinco de Marcone y Mulet, mayormente. Y Cauteruccio quedó como único punta definido, en total soledad. River leyó que no iba a tener una noche de problemas en su defensa básicamente porque su adversario le estaba diciendo desde el vamos que no pensaba atacarlo.

Está claro que hubiese sido un suicidio deportivo proponer un juego de igual a igual, aunque hay manera y maneras de protegerse. La diferencia de jerarquía individual, de trabajo colectivo y de idea futbolística es abismal entre los dos equipos, al margen de sus grandesas por lo que marca la historia.

La -pobrísima- actualidad de este conjunto de Avellaneda está años luz que la de River. Y, vaya paradoja, cinco años atrás ambos se cruzaron en octavos de final de la Copa Libertadores. Desde ese momento para acá uno hizo las cosas muy bien y el otro, todo absolutamente mal. Demás está decir cual es cual.

Volviendo al juego en sí, Independiente se abroqueló y esperó. Pero ni siquiera pudo lastimar, o al menos intentar lastimar, de contraataque. Para armar la línea de cinco defensores se sacrificó a Vallejo y se incluyó a Laso. Vallejo, en un nivel bajo y todo, puede aportar velocidad y gambeta para generar algo de preocupación a la última línea de enfrente. Ni eso.

El arco de Armani le quedó lejísimos al Diablo. Cuando salió Gómez por lesión, el técnico movió algunas piezas: pasó a Báez de lateral derecho, puso a Barcia como volante izquierdo y mutó a un 4-4-2. Ahí se vio, siempre dentro de la malaria general, a un Independiente un poco más adelantado y mejor parado sobre el campo. Igualmente, solo logró merodear un poco el área sin poder pisarla con peligro.

Zielinski trató, de antemano, de evitar un papelón. Pero no pudo tapar el sol con un dedo. Rodrigo Rey salvó lo que debió haber sido una goleada. Los delanteros millonarios hicieron lo propio desperdiciando algunas situaciones más.

Con cinco hombres Independiente defendió igual de mal o peor de lo que lo venía haciendo. Y ese halo de luz que se había visto contra Racing y que invitaba a seguir construyendo sobre esa línea, desapareció porque justamente lo que no se hizo fue intertar seguir construyendo sobre eso.

Con uno menos por la expulsión de Pérez, ya perdiendo, la decisión fue sacar a un hombre de ataque para rearmar la defensa. Otra vez, estuvo en claro que no hubo ni iba a haber intención alguna de buscar el arco de un River que supo siempre que no tenía que preocuparse por estar atento en defensa. Ni perdido por perdido se insinuó otra búsqueda.

El ciclo de Zielinski casi que no empezó. El Ruso asumió y siete días tuvo que enfrentar dos clásicos bravos. Ahora tiene todo por delante para trabajar sobre un diagnóstico que seguramente ya habrá sacado en estos primeros días y partidos. Independiente necesita reconstruirse en todo sentido. Solamente desde allí podrá lograr la estabilidad -emocional y deportiva- necesaria para salir adelante. Pero si ni siquiera le pega al arco, será muy difícil.

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