La contundencia y la seguridad de Rey le dieron a Independiente un triunfazo ante Vélez en Liniers, pero involucionó con respecto al segundo tiempo en Mendoza. Sin jugar bien, sacó adelante un partido chivo.
Y por su arquero. Eso responde al título de esta columna sobre el triunfo de Independiente por 1-0 sobre Vélez en Liniers, el segundo seguido como visitante en dos fechas de la Copa de la Liga. Por una cabeza ganó el Rojo y por las manos de un arquero de equipo grande que responde cada vez que lo ponen en aprietos. El fútbol quedó en el debe, esta vez no hubo mejora después del descanso, como sí había pasado en Mendoza, y el Diablo apeló a más mañas que juego para resistir en el José Amalfitani. ¿Está mal? Para lo amantes del resultadismo, no. Pero aquellos que consideran que con los nombres que tiene los de Avellaneda pueden proponer algo más, esperan ver otra cosa.
Hay tiempo. Esto recién empieza y el arranque para Independiente no fue precisamente sencillo porque el fixture no lo favoreció. Sin embargo, pasadas las dos primeras jornadas, acumula seis puntos de seis. Ideal desde el resultado; desde el juego lejos está de convencer. Y la involución sobre el pasto se vio ya que no logró darle continuidad a la positiva cara que había mostrado en el segundo tiempo ante Independiente Rivadavia el pasado viernes.
Tevez tenía la oportunidad de, justamente, darle rienda a ese buen funcionamiento. Hizo, en efecto, los dos cambios lógicos que se imponían en la previa: Lucas González por Federico Mancuello y Santiago Toloza por Damián Pérez. Modificó el esquema para pasar a cuatro en la defensa. Pero agregó otra variente impensada que fue la salida de un delantero (Alexis Canelo) para meter a David Martínez en el medio.
Lo que más curioso fue la disposición de dos hombres de buen pie como Saltita y Toloza. Cada uno jugó abierto, apenas unos metros más atrás del único nueve, Gabriel Avalos. González inició por la derecha, mientras que el 10 lo hizo por la izquierda. No se quedaron estáticos y cada tanto cambiaban de banda para generarle confusión al rival. Pero la confusión se vio en Independiente.
El Apache puso a dos volantes a desbordar. Nunca lo hicieron. Tampoco condujeron como doble comando. Y menos se asociaron entre sí. Tampoco tomaron las riendas los medios internos como el Tata Martínez y Jhonny Quiñónez. Así, Avalos quedó demasiado en soledad dentro del área velezana, luchando contra toda la defensa, sin poder contar con una chance de gol en todo el partido.
Sí le salió bien la idea de darle batalla al local en el mediocampo. Martínez tuvo una gran labor. E Iván Marcone se subió al podio detrás de Rey y Laso. Los de Liniers no pudieron encontrar profundidad, más allá de alguna que otra jugada aislada en la primera parte. En el complemento Vélez mostró mayor empuje aunque sin ser claro. Las chances fueron de remates lejanos que desactivó el arquero rojo.
Independiente se abroqueló decididamente ante el avance local. Carlitos, primero, refrescó a los extremos con las entradas de Alex Luna (debutó) y de Canelo. Y más tarde sí viró a los cinco del fondo con el ingreso de Sporle, pasando Tata Martínez como carrilero derecho. Muchas mañas y poco fútbol demostró el Diablo en el Amalfitani, algo que puede llegar a alborotarle los humores a aquellos hinchas más fundamentalistas del llamado paladar negro.
Pero hay algo que destacar: cuando no se puede -o no se sabe- mostrar un buen juego, bienvenido sea entender cómo resistir para conseguir el objetivo final que no es otro que sumar de a tres. Atención: no se trata, según el propio Tevez, del estilo que quiere para su Independiente. Se trata de sacar adelante un partido que se presentó con complejidades, ya sea por falencias propias o virtudes del adversario.
Será trabajo para el DT mejorar rendimientos individuales y colectivo (tal como hizo el semestre pasado cuando arribó) para dar con una versión más convincente que no solamente tenga que depender de tener casi el cien por ciento de efectividad y de la seguridad de su arquero.
