“¿Cómo se pronuncia mi apellido? Acá soy “Moamed”, en México me dicen “Mojamed” y en el mundo árabe sería algo como “Mo’amma”. Pero esto último mejor no decirlo cuando entrás en Estados Unidos. Ya bastantes problemas tengo cuando voy, je. ¡Me revisan hasta las uñas de los pies, me abren el libro, de todo!…”. La anécdota, claro, es de Antonio Ricardo Mohamed , quien a pleno humor derrite el hielo en una nota con El Gráfico, de julio de 2005. Y sí, como carta de presentación, el carisma y la alegría, son dos ingredientes más que apetecibles para definir al Turco.
Nacido un 2 de abril de 1970, en el barrio porteño de Villa Soldati, el pequeño Antonio heredó el apodo y el nombre de su papá, el primer “Turco” de los Mohamed. Su historia futbolística en Argentina está signada por un profundo amor a Huracán—jugó desde 1988 hasta 1991; consiguió el ascenso –, un paso efímero por la Fiorentina, de Italia—no jugó ni un partido– y un mal trago en Boca (1991-1992), tras el recordado gol que nunca fue. Aquella tarde en la Bombonera hizo hasta lo imposible –y lo logró—para no amargar a su Huracán. Aquel día, por primera vez, “pateó la pelota afuera”.
Delantero pícante si los hubo, Mohamed luego erigió su propia estatua en México, donde es ídolo en Toros Neza (1993- 1998) y brilló en América, Monterrey, Potros Marte, Irapuato, Atlante, Celaya y Zacatepec. Fue el mejor extranjero cuatro temporadas consecutivas. En Argentina su último club fue Independiente, en 1992-93. Hoy, 17 años después, vuelve. Ya sin vinchas, cortes raros, ni calzas rosas. Hoy, con su desfachatez ideológica, ya no tan pragmática ni estética, baja al infierno de Avellaneda para ser DT del Rojo, “porque tengo ganas de hacer historia”.
Asume, según confesó ayer, “el mayor desafío de mi carrera, aún más que el de Huracán”. Justamente, si de carrera se trata, el rol de técnico nace en México. Armó sus primeros equipos en Zacatepec, donde en 2003 se calzó dos trajes: alternó las funciones de jugador y técnico. Más tarde, pasó al Morelia, Jaguares y Chiapas. Tras el fallecimiento de su padre, el 4 de abril de 2005, se quiso quedar en el país y qué mejor que en Huracán, su casa.
Allí, en dos ciclos, dirigió un total de 95 partidos y logró ascenderlo, en la Promo 07 ante Godoy Cruz, en una tarde de lágrimas y dolor en Mendoza. Porque no había, no hay, y no habrá título alguno que suture la herida de perder a su pequeño Faryd, de 10 años, en un accidente automovilístico, en Alemania en pleno Mundial 2006. Esposo de Patricia y padre Mayra (16), Shayr (11) y Nayib (9) el Turco—que casi pierde su brazo izquierdo y una pierna— confiesa que “lloro todos los días” y que, a veces, se decae en los entrenamientos; pero reconoce, también, que los futbolistas le dan energías para seguir.
Tan bien le fue en Huracán que, con un 67,54% es el mejor entrenador –el que más puntos sacó— en los últimos 12 años del Globo. Incluso, supera por amplio margen a Ángel Cappa (44%), quien fue subcampeón en el Apertura 09. Después, como se sabe, comandó Veracruz, en México. Y llegó a Santa Fe, al banco de Colón, donde su mayor logro fue salir 3°, en el Apertura 2009. Armó un equipo sólido y con escaso brillo, pero con variantes constantes. Impulsó a Pozo y a Garce al Mundial con la Selección. Y clasificó a Colón a la Libertadores 2010, aunque quedó eliminado al cabo de dos partidos.
Pero no es un número el Turco. Así lo entiende el” Mundo del fútbol”, bastante polémico y turbio, que se lava la boca, antes de hablar y elogiar a Mohamed. Uno de los tipos más queridos en el ambiente. Amado por Maradona y halagado por Simeone, Mohamed probó empíricamente su personalidad. Se adapta a los cambios tácticos—“prefiero el 3-5-2; me da la ventaja de tener la cancha siempre abierta y dos tipos arriba”, repite—y admira los conceptos de Bielsa, Romano y Lavolpe—“mis espejos son ellos”, asegura- –. Asimismo, se define como un técnico “táctico y pasional” y da un alerta: “Mis equipos son un poquito desbocados, nos regalamos mucho para el contraataque. Es algo que debo corregir”.
Dicen, quienes lo idolatran, que su forma de ser no concibe mercenarios, ni traidores. Porque el Turco, aseguran, mantiene esos códigos sanos, de barrio, que impiden confundir las cosas con valor, de las que tienen precio. En Parque Patricios, nadie olvida que en 2007, cuando emigró de Huracán, fue porque el presidente Babingnton no les pagaba a sus jugadores. Y ahora, una vez más, la historia tiene capítulos similares. En Independiente, aún no firmó contrato, pero empeñó su palabra. Y eso, para él, ya es más que suficiente para arrancar a trabajar.
